martes, 29 de diciembre de 2009

Nadie nos quita lo bailado



Un recorrido por las modas, la música y las fiestas con las que arrancamos las tres últimas décadas.
La República
27 de diciembre de 2009

Por Hans Huerto

¡Bienvenidos los ochentas! ¡Chau, milicos!

“Veremos el día / pero de gran alegría/en la Navidad,/de gran alegría, mi amigo”. Así, con “En la Navidad”, el cantante de los cantantes Héctor Lavoe recibía los ochentas. Y el Perú seguía su ritmo en el ocaso del militarismo con Francisco Morales Bermúdez en el poder. La mejor forma de cerrar la década habría sido ganarse la lotería de Lima y Callao que sorteaba a fin de año ¡50 millones de soles! De ganarla, incluso, podía darse el lujo de pasar las fiestas en Miami a

US$ 600 vía la desaparecida aerolínea Braniff y pagando US$ 100 por una par de semanas en un departamento rentado.

Las fiestas para recibir los vertiginosos ochentas tenían la opción criolla de Charly y su peña, en la 3 de Arenales, con Eva Ayllón y Lucía de la Cruz, y la peña Aguirre o la de Polo Campos, en Barranco, donde el Zambo Cavero y Oscar Avilés eran el plato fuerte de la jarana. También estaba de moda La Yunta, un hueco folclórico frecuentado por chicos “bien” de la izquierda miraflorina. La noche del 31 de diciembre de 1979, la salsa, el ritmo de moda entonces, encontró su epicentro en el Latin Brothers, un emblemático salsódromo de Lince. Las fiestas más lujosas de la capital se celebraron en el Hotel Bolívar, el Hotel Crillón, el Círculo Militar, el Club Samoa y el Waikiki, de la Costa Verde.

“Pedro Navaja” de Rubén Blades sonaba duro en las radios. “El preso” de Fruko y su Tesos se unía a “Mi bajo y yo” de Oscar D’León y a “Los entierros” de Cheo Feliciano. Eran las salsas más bailadas del fin de año. Si no tenías los discos en casa, la programación de las radios Mar o Libertad te armaba la fiesta. La música disco competía en popularidad con la salsa. Así que los Bee Gees eran infaltables para recibir el 80. Junto a ellos, los suecos de Abba reclamaban “un hombre tras la medianoche” con su “Gimme! Gimme! Gimme!”; Deborah Harry, de Blondie, decía que ya no era punk y que tenía corazón de cristal en “Heart of glass”; Gloria Gaynor aseguraba que no había ruptura amorosa que pudiese acabar con ella, con el himno de fin de década “I will survive”; y los ¿chicos? de Village People la rompieron con el tema “Y.M.C.A”. Grandes celebraciones, aunque ninguna pudo prever la década de terror social, económico y político a la que daban la bienvenida.

“Grupo electrógeno garantizado”

Recibíamos los noventas con pocos ánimos, pocas importaciones, pocas exportaciones, hartos billetes en el bolsillo, pero de escaso valor. Sí, con mucha inflación. Agustín Mantilla, entonces ministro del Interior, no sabía a fines del 89 si el líder senderista Abimael Guzmán seguía vivo. El caos terrorista invadía Lima y una buena fiesta de fin de año debía asegurar el grupo electrógeno de gran poder, no vaya a ser que el Año Nuevo nos agarre en pleno apagón. Para la medianoche del 31 de diciembre, en el Hotel El Pueblo, sonaba la Orquesta de Rolando Berengel; en La Rosa Náutica, Kenji Yamasato y orquesta daban la hora; en el Sheraton estuvieron Habana Son y La sensual 990; a la Isla del Paraíso fueron a tocar Los Titanes de Colombia; en la Carpa del Crillón estuvieron las leyendas de la Sonora Matancera, Nelson Pinedo, Carlos Argentino y Leo Marini; la Máquina del Sabor incluyó juergas con La 990 y Perú Salsa All Stars. Un cartel nuevaolero estuvo en la fenecida Palizada de la avenida del Ejército, con Jimmy Santy a la cabeza. Así, entre apagones y coches bomba –y aún sin el gobernante del próximo decenio en el espectro político–, recibimos los noventas.

Un buen vestido floreado o un terno color pastel –sino blazer con camiseta a lo Miami Vice– eran indispensables en la indumentaria de Año Nuevo. Un traje podía costar 850 mil intis, en Adams, Él o Cónsul; un par de zapatos regular costaba 60 mil intis en Bata. Ahora bien, usted podía ser marginado de la fiesta si no sabía bailar el ritmo del momento: la lambada. Kaoma, con su versión acordeonada de “Llorando se fue”, de los Kjarkas, se adueñó de las ondas radiales de fines de década y había que saber meter con elegancia la rodilla entre las piernas de la pareja para seguir al pie de la letra los pasos del osado baile. “Love shack”, de los B-52’s, fue la Mejor-mejor del año en Studio 92, pero lo que más sonó entonces era la salsa sensual y el merengue. “Sobredosis”, de Los Titanes de Colombia; “Juana la cubana”, de Las Chicas del Can; “Mi amor amor”, de Johnny y Ray; “Como una loba”, de Milagros Hernández; y “Casco”, de Roberto Blades, fueron los temas imperdibles en las fiestas que recibieron los noventas.

La última noche del siglo

Aunque en strictu sensu el 2000 no fue el primer año del siglo XXI, a fines de 1999 se publicitaron los reventones de Año Nuevo como las fiestas de cambio de milenio. Las postrimerías del infausto decenio de Fujimori llegaron con la convulsión ya no terrorista, sino más bien signada por la corrupción institucionalizada.

Las más toneras de aquel entonces pertenecieron a la desaparecida tecnocumbia. “Que te perdone Dios” (Rossy War), “Te arrepentirás” (Ada Chura), “Ven a bailar” (Euforia) y “Baila conmigo” (Ruth Karina) suenan muy lejanas ya. La cumbia asomaba en Lima, con “Tu amor fue una aventura”, de Agua Marina, y “Siempre pierdo en el amor”, de Armonía 10. Los “chavones” gauchos de Sultanes la rompieron en ese entonces con “Decile que lo quiero”. Los boricuas de Proyecto Uno también se adueñaron del dial a fines del 99 con “25 horas”. La que nos comenzaba a deslumbrar con un cuerpo endiablado en uniforme colegial era Britney Spears, con “Baby one more time”; también sonó en las fiestas de fin de año Ricky Martin, con “Livin’ la vida loca”.

Muchos planearon amanecer ese Año Nuevo en una publicitada fiesta en el Santuario de Pachacámac, la cual tuvo que ser cancelada a última hora por Defensa Civil. Pero en el Cusco sí se celebró desde el 30 de diciembre, con el Concierto del Milenio –Rossy War, Pedro Suárez Vértiz, Guajaja y Julio Andrade–. El mismo día hubo la fiesta Apocalypsis, con Miki González y El Polen. La celebración cusqueña más sonada se organizó el 31 en Sacsayhuamán, la Fiesta de la Luna, que incluso fue televisada por TNP. En Lima, era imperdible el tono en el agonizante Crillón, con la Orquesta de Andrés Silva, que amenizó años nuevos desde los setentas. En el Muelle Uno la fiesta era amenizada por Son D’León y Antonio Cartagena. La salsa también sonó en la discoteca Break, de moda en aquel entonces. El Kokomo’s, de la playa Pulpos, se hacía pionero de las fiestas playeras, cuya explosión comenzaba entonces. La movida de Jeanet Barboza recibió el 2000 en el Club de Tiro del Rímac. Tres décadas que, aunque disímiles en sus finales, arrancaron con las mismas ciegas esperanzas de un mañana luminoso. ¡Salud!

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