viernes, 12 de marzo de 2010

Historia de una crónica de color


20 Agosto 2007
Por Juan Gargurevich
Extraido del sitio Historia de periodistas y periódicos

“Lima, junio 18 (AP).- El terremoto que destrozó la vida de miles en la zona nor-central del Perú ha traído una ola de prosperidad a Lima.

Una ‘invasión’ de periodistas, fotógrafos, equipos de TV, tripulantes de aviones y helicópteros y demás personal de auxilio llegado del extranjero, han dejado las cajas registradoras sonando alegremente en los lugares dedicados a los turistas en la capital fundada por Pizarro”…

Esta fue la Entrada de la crónica que redactó el gringo Joe Mac Gowan, corresponsal en Lima de la Associated Press, para describir lo que creía que pasaba en Lima.

Es de imaginar el estupor de los militares velasquistas cuando leyeron el despacho publicado por “La Prensa”. Y debe recordarse que el propio general Velasco carecía absolutamente de humor y de paciencia.

Habían pasado dos semanas del terrible terremoto del 31 de mayo y el malhumor peruano era notorio;nadie estaba para “crónicas de color”. Setenta mil muertos no era cosa de broma.

Pero a Mac Gowan le pareció oportuno ponerle algo de salsa al drama. Y siguió escribiendo estupideces:

“Los conductores de taxis han expresado su asombro por los aviadores norteamericanos, que les pagan sin discutir lo que ellos les cobran (…) Los lustrabotas también están felices con su buena suerte. Están lustrando las botas de los pilotos hasta por cincuenta centavos de dólar, mientras que el costo de los residentes es de unos 6 centavos de dólar.

Muchos muchachos peruanos han aparecido usando las camisas kaki con nombres ingleses…”.
(…)
“Las jóvenes gitanas con sus trajes coloridos y escotadas blusas siguen a los visitantes por la calle para desearles la buena suerte, o tal vez el cuarto de un motel.

Una gitana se acercó a un norteamericano que usaba una chaqueta de vuelo y le dijo: ‘aviador, estoy enamorada de usted”. Se trataba de un fotógrafo y no sabía mucho español.

Las chicas de Lima han aparecido en masa después de meses de inactividad”…

Pero lo que colmó la paciencia militar fue el último párrafo:

“Sin embargo, el empleado de un hotel dijo que algunas de las jóvenes que rondaban el vestíbulo no eran prostitutas. ‘Son colegialas que piensan que pueden casarse con un aviador y viajar a los Estados Unidos. En estos días es difícil obtener una visa”.

Pues ese mismo día, Mac Gowan fue llevado al aeropuerto y expulsado sin contemplaciones. Y se lo mereció por tres razones: por ofensivo, por mentiroso y por mal periodista.

jueves, 25 de febrero de 2010

Atentados Históricos


21 de enero de 2010
Trome
Por el Búho

Este Búho fue uno más de los que repudió al turco Ali Agca, aquel 13 de mayo de 1981, cuando atentó contra la vida de Juan Pablo II. Es más, esa cara de 'Loco' Perochena nos demostraba que era un hombre desquiciado. Fue el pináculo de una carrera delictiva iniciada desde los barrios marginales de Turquía que terminó en la Plaza de San Pedro, cuando con una pistola Browning de 9 milímetros disparó contra el Papa. Aguatero, recogedor de carbón, delincuente de poca monta, Agca fue reclutado por los fascistas del partido derechista 'Lobos grises', para acuchillar y aporrear a militantes de izquierda. De allí, a integrarse a grupos terroristas, hubo un paso. Asesinó al director del diario izquierdista 'Milliyet'. Fue su graduación. En la cárcel reconoció el homicidio y lo iban a condenar a muerte, pero sospechosamente fugó. De allí, con pasaportes falsos, pasó por Túnez, España, Alemania, Suiza y Bulgaria, para llegar a Italia y cometer el atentado. En su bolsillo se encontró una nota: 'Soy Ali Agca, he matado al Papa para que el mundo vea que hay miles de víctimas del imperialismo'. Lo sentenciaron a cadena perpetua en aislamiento. Pero el Papa Peregrino, al visitarlo en la cárcel y ofrecerle su perdón, posibilitó para que en junio del 2000 el presidente italiano lo indultara. Pero Turquía lo esperaba para que cumpliera condena por el asesinato del periodista del diario 'Milliyet'. Debía purgar condena hasta el año 2017, pero el 10 de enero del 2010 salió en libertad, después de 27 años de estar en la sombra. Nunca dijo quién le ordenó matar al Sumo Pontífice. ¿La KGB? ¿Los palestinos? Solo el fanático lo sabe.


Más misterioso aún fue Lee Harvey Oswald, detenido ochenta minutos después del asesinato del presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963. Lo acusaron de la muerte del oficial de policía de Dallas J.D. Tippit y del presidente. El pelado Oswald siempre negó haber disparado contra el mandatario. Oswald era un agente de la CIA y actuó como doble agente en la URSS. La investigación oficial estableció que no hubo conspiración y que Oswald actuó solo. Sin embargo, años después, la investigación de Jim Harrison estableció que Howard Hunt, un miembro de la CIA, en su lecho de muerte, responsabilizó al vicepresidente Lyndon Johnson de ser el autor intelectual del asesinato, porque sabía que nunca podría suceder a Kennedy. El crimen lo planearon agentes de la CIA rencorosos con el mandatario, como el propio Hunt y el jefe Cord Meyer, cuya esposa lo engañaba con el conquistador presidente. El asesino fue un experto francotirador de la mafia corsa apellidado Lucien Sarti. La película de Oliver Stone, 'JFK', protagonizada por Kevin Costner, apuesta directamente a la teoría de la conspiración. Lee Harvey Oswald nunca pudo declarar. Dos días después del asesinato, mientras era trasladado y custodiado por la policía, ante decenas de curiosos y periodistas, Jack Ruby le disparó a quemarropa y lo mató. En otras palabras, selló el crimen perfecto. Apago el televisor.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Cusco de Ayer y Hoy


Cusco de ayer y hoy I
Por el Búho
El Trome
28 de enero de 2010

Este Búho recuerda con nostalgia su primer viaje al Cusco. Nunca olvidaré que, desde Arequipa, tomamos el tren hacia la Ciudad Imperial. Pese a que estábamos en primera clase, el viaje hasta la parada en Juliaca fue durísimo. El tren se eleva hasta las más gélidas punas de la frontera entre Arequipa y Puno, con temperaturas bajo cero. Las lunas se convertían en hielo y cuando se derretía con el calor del humor de los pasajeros te mojaba. Los asientos no eran reclinables y muchos optamos por dormir en el suelo. Solo cuando llegamos a Juliaca, con el día, se puede apreciar uno de los paisajes más bellos del país, el tramo cuando del tren pasa por Sicuani, Ayaviri. Allí subían los ambulantes con polleras para ofrecer carnero asado, anticuchos, chicharrones, mote o papa con ajicito. El paisaje de eucaliptos, el río, llamas, alpacas, ovejas. El olor a naturaleza viva inflaba y purificaba mis contaminados pulmones de un universitario de 18 años llegado de Lima, una selva de concreto.

En Cusco me alojé en una preciosa casona camino a Sacsayhuamán, desde donde se veía toda la ciudad y la Plaza de Armas. En ese tiempo, 1980, Cusco era un pueblo para los ciudadanos del mundo, sin distingos de nacionalidad, pero sobre todo, de dinero. No había hoteles cinco estrellas ni restaurantes cinco tenedores. Los hoteles más caros eran baratísimos para los extranjeros y había posada hasta de 2 dólares para los 'mochileros'. En las noches, en la discoteca 'Abraxas' o en la movida calle 'Procuradores', se juntaban millonarios de Park Avenue con jóvenes estibadores españoles, universitarios brasileños o artesanos bolivianos.

El tren, para ir a Machu Picchu, era uno solo y únicamente variaba el horario. Con el ticket más barato te levantabas a las 5 de la mañana para salir a las 6. El otro te permitía salir a las 9. Todos los turistas íbamos juntos. Nunca, en la más fantasiosas de las ficciones, esos turistas podían imaginar que 30 años después, luego de un terrible desastre, la ayuda se iba a segmentar entre los que llegan del 'primer mundo' (USA, Japón, Europa) y 'el resto', léase latinoamericanos en general. ¿Qué diría la mexicana Emilia que me robó el corazón en las alturas de Machu Picchu? Me quedé corto, mañana continúo. Apago el televisor.


Cusco de ayer y hoy II
Por el Búho
29 de enero de 2010
Trome
 
Este Búho recordaba su primer viaje a Cusco. Contaba que en 1980 el turismo era horizontal, millonarios o mochileros comían en los mismos restaurantes, iban a las mismas discotecas, viajaban en el mismo tren y fuera de los aguaceros propios de la región, no se producían desastres naturales como el que vemos actualmente. Bellísimos albergues en Ollantaytambo se han destruido. El espectacular y mítico Camino del Inca, la obsesión de miles de turistas amantes de la aventura, se convirtió, de la noche a la mañana, en un 'camino de muerte', donde fallecieron una turista argentina y un guía peruano. El río Vilcanota, donde se hacía canotaje intrépido, entre risa y gritos, hoy es un río que transporta cadáveres de personas, vacas, chanchitos y llamas, televisores, muebles y sofás. Los turistas abandonados observan el río y se torturan al ver pasar a esos animales que podían haber servido para unos ricos chicharrones o pachamancas. Pero así de cruel es el destino y también la naturaleza. Justo cuando el departamento se llenaba de turistas millonarios, con hoteles carísimos, restaurantes cinco tenedores, ferrocarriles lujosos como el Expreso de Oriente, sucede esta desgracia que afectará a todos.
 
He estado en Cusco más de una docena de veces, llegando en avión y buenos hoteles, pero pierdo en mi memoria esos viajes y mantengo incólume mi mente el primero, en 1980. En tren, desde Arequipa y el regreso, en un destartalado ómnibus de la empresa 'Carmen Alto de Ayacucho', que se malograba en cada ciudad. Primero, al llegar a Abancay, donde nos dejaron una noche para dormir en el bus, pero con una gringa, los campesinos y pasajeros armamos una fiesta con ron, los comuneros con hojas de coca con cal -la gringa era experta- y me enseñó eso y muchas cosas más. Hoy esa ruta también está destruida por los huaicos. Paisajes hermosos, pueblos hospitalarios que sufren. ¿Será por eso que los Incas construyeron Machu Picchu en las alturas? ¿Porque sabían de la furia del Vilcanota cuando el dios Sol se enojaba? Pienso que el milenario Cusco sabrá levantarse. Es anterior a la República y la Conquista y sigue allí, como Machu Picchu, incólume. Apago el televisor.

martes, 2 de febrero de 2010

La novela de un joven pobre

Carlos Monzón: EL GRAN NOMBRE DE LOS MEDIANOS

El Comercio
Por: El Veco Escritor y periodista
Sábado 9 de Enero del 2010

14 de abril de 1970. Tiene cara de indio, porque allá en San Javier le cargaron la sangre de la tierra. Tiene la desconfianza del aporreado, del que pasó hambre, del que alguna vez en la infancia desconcertada aprendió a insultar a los uniformes…

Llegó a Santa Fe en una chata trepidante con sus viejos. Eran 11 hermanos. Y la variante de cambiar de rumbo que casi nunca se hace esperanza sino simple novedad. Vendió diarios, trabajó en changas, “lo que viniera”.

Este Carlos Monzón que me pregunta diez veces sobre la pelea con Benvenutti, qué novedad tengo, sobre cuál es el último rumor que traigo de Buenos Aires, tiene la cautela sabia del hombre del interior que estudia cada paso, que baraja cada reacción. Esa tarde almorzando en la casa de Brusa no disimuló su desazón. “Ya me estoy cansando de darle a la bolsa de entrenamiento”. Y el técnico lo barajó en el aire: “Más te vas a cansar si mañana tenés que hombrearla”. La ausencia de una fecha concreta lo desacomoda. Todos esperamos que se concrete en la próxima primavera, una vez que Benvenutti salve el escollo de Bethea en su defensa del mes de mayo.

Y de pronto se agranda, saca pecho: “A ese italiano lo pongo en el piso. Brusa me ha dicho cómo pelea y con eso me alcanza. No es noqueador”. La bronca tiene base. Se quedó sin rivales y su evolución física llegó a la madurez.

“Tenía problemas —acota Brusa— por falta de glóbulos rojos. Era un muchacho no construido. Lo bombardeamos con vitaminas y hoy está para ganarle a cualquiera. Las dos manos le siguen doliendo, siente esos dolores en los escafoides y hay que infiltrarle novocaína antes de cada pelea. Monzón lo aguanta, es estoico y quiere ser campeón”. Los ladrillos de su casa aún denuncian la obra no terminada. Ya es toda suya, allá en el límite de la ciudad con el campo. No le gusta el centro, como si algo lo atara indefinidamente a su niñez de pata en el suelo. La señora, los dos hijos, ese local que se completará al frente para instalar una despensa.

El récord del campeón da vueltas en mi cabeza: 78 peleas, 65 triunfos (43 por fuera de combate), 9 empates, 3 derrotas por puntos —cuando comía salteado— y una sin decisión. No pierde desde el 9 de octubre de 1964, y estos seis años de halagos justifican todo el resquemor almacenado.

¿Cómo empezó todo? Cuando llevaba cuatro peleas como amateur, se presentó a Brusa: “No me dieron una plata prometida, me robaron y quiero trabajar con usted”. Una frase, un apretón de manos y a darle al gimnasio. “Yo me saqué la lotería con Brusa”, comenta. Y no hace falta que me aclare nada. Porque la capacidad y la honestidad de Brusa son tan conocidas en el boxeo como la magia de Troilo en las noches de tango.

Brusa tiene 48 años, tres hijos, ex peso pesado amateur que dejó de boxear tras un choque con Rafael Iglesias (“me dio flor de paliza”) Hoy cree —como “El Gráfico”— que su pupilo está listo para el máximo examen. Hoy —dice Amilcar— le digo que tengo la certeza de que le gana a Benvenutti, porque está maduro, porque aunque no luzca es un tipo práctico, que hace lo justo y que física y mentalmente está convencido de que debe ser el próximo campeón del mundo”.

Por la noche fuimos a Paraná a través de la maravilla del túnel subfluvial. Ya Monzón se había soltado. “Para casarme mis suegros tuvieron que regalarme la cama y el colchón, se lo juro. No tenía un peso…”.

Gritó diarios en las calles de Santa Fe, midió la amargura del hambre que siempre es más que barriga vacía en el amor propio deshecho. Fue pendenciero, se trompeó en las esquinas, perdió el rumbo y se tranquilizó cuando Brusa lo respetó, creyó en él y le dio su experiencia y su ejemplo. Este es el Monzón que vale para soñar victorias. De pocas palabras, desconfiado en la presentación, pero capaz de largarse cuando la “pierna” lo convence. Este es el Monzón que en un regreso a Santa Fe, vio un montón de gente que lo esperaba, y entonces tomó a su hijo en brazos, lo tiró como una pelota y lo hizo rebotar en el pecho. En ese instante también daba la bienvenida al nuevo mundo que descubría, ese que asomó por primera vez la noche en que venció a Jorge Fernández y una lágrima honesta denunció que la piedra tenía vida. Esta es la novela de un joven pobre que supo encontrar la pausa justa tras la tortura de las privaciones.

miércoles, 27 de enero de 2010

El otro Ringo inolvidable



SOBRE EL GRAN ÓSCAR BONAVENA

El Comercio
Por: El Veco Periodista
Sábado 2 de Enero del 2010

Dos meses antes vino a despedirse a la redacción: “Clay me prometió otra ocasión, pero antes tengo que ganar un par de peleas. Me voy a Reno para hablar con un tal Joe Conforte. Lo tendré al tanto de todo”.

No lo vimos más. Óscar Natalio Bonavena, “Ringo” para todo el mundo del boxeo, sería asesinado (1976) frente a la puerta del Mustang Ranch, un burdel que regentaba “el tal Conforte”. Se dice que Bonavena había entrado en una relación particular con una amante del mencionado, que hubo un par de advertencias para que se fuera a otra parte. Una segunda versión expresó que Conforte le había prometido un dinero que demoraba en entregar, que “Ringo” lo solapeó ante varios integrantes de “la familia” y a partir de ese instante estaba sentenciado. Una bala para matar ciervos, disparada desde una ventana frente al Mustang Ranch, segó su vida para siempre. Tenía 33 años. Estaba casado con Dora Raffo y dejó dos hijos: Adriana y Óscar. Lo que también quedó en el saldo fue una vida novelesca que no sabemos cómo aún no ha sido llevada al cine.

CALLLE 33 Y LAS CASAS

Nació en Parque Patricios, hijo de una familia de origen italiano, uno de tantos que ganaban la calle a la mañana y regresaban cuando podían, sin horario. Se hizo hincha de Huracán, el grande del barrio, y recorrió todos los estadios con la bandera del club que honra la memoria de Jorge Newbery, domador de cielos en el globo de la audacia. Ringo hizo de todo y no lo ocultaba. Una tarde en Montevideo murió un delincuente de apellido Malito, tras una balacera de dos horas, casi de Dick Tracy. Cayeron varios policías y finalmente sucumbieron el referido y sus secuaces. Horas después llegó a la redacción, como tantas veces. “¿Se enteró de ese Malito que mataron hoy en su país?”.

— Sí, escuché algo

—Cuando éramos chicos robábamos caballos juntos en los descampados de Pompeya. ¡Mire si no hubiera agarrado para el lado del boxeo!

SU PELEÓN CON FRAZIER

El combate le permitió dar el gran salto. Perdió por puntos, aunque lo tuvo dos veces en el piso (ni Cassius Clay pudo hacerlo una sola vez) y a partir de aquel instante lo rodeó la plata grande y se hizo millonario. Fue la cabal “esperanza blanca” y los que estamos en el boxeo sabemos que tras el retiro de Rocky Marciano (1955) no hubo otro que determinara una legión de seguidores como la que provocó el pintoresco “Ringo”.

EL ÍDOLO DE NUEVA YORK

El 8 de marzo del 71, cuando fue el primer choque Clay-Frazier en el Madison Square Garden con victoria de Joe por puntos, compartimos una semana en Nueva York con Óscar y su familia. Su popularidad era increíble. Entraba a Mamá Leone, un popular restaurante italiano de Manhattan y el revuelo era inmediato. Llegábamos a Hipopótamos, un club privado de exigente aceptación y apenas se recortaba el rostro de “Ringo” las puertas se abrían de par en par. Era amigo de Burt Lancaster, el anunciador de lujo de aquella pelea y una famosa cantante inglesa de esos tiempos. Pettula Clark le pidió un autógrafo delante nuestro como si fuera una chiquilla sonrojada. La noche de la pelea Neil Armstrong se acercó para tomarse una foto con él y Frank Sinatra, a dos filas de su posición, lo saludó como si se tratara de Dean Martin o Sammy Davis Junior.

Una tarde en su casa de República de la India, en el barrio residencial de Palermo, nos mostró las escrituras de 28 departamentos y nos hizo un anuncio que originaría una ola de comentarios: había adquirido una suite del Alvear Palace Hotel, uno de los más tradicionales para la élite argentina. El “reo” de la Calle 33 y Las Casas se sacaba el lustre con una compra que ganó los asombros de los diarios y las revistas de actualidad. “Si otros pueden, yo también”.

No podía cantar ni el “arroz con leche” porque además tenía una voz aflautada casi de lata. Sin embargo, lo llevaron al teatro Maipo y apareció una temporada al lado de la atractiva Zulma Faiad. Su madre, Dominga Rullo, famosa por sus pastas con salsas distintas, fue contratada por Canal 9 para protagonizar “Los ravioles de doña Dominga” de innegable impacto popular. Su vida transcurría entonces por la bonanza “Yo nací para vivir a lo grande”, repetía con una simpatía contagiosa que jamás lindó con la fanfarronería para quienes lo conocimos de cerca. Quizás fue a Reno para asegurar su vida placentera. Ya tenía 33 años y su hora comenzaba a pasar dentro de las cuerdas, más allá de su otra gran pelea con Cassius Clay, con quien perdió por tres caídas en el último round. Jamás le contaron diez en el piso. Por eso tal vez lo tuvieron que derrumbar de un balazo.


 
Más de Bonavena en el blog del profesor Daniel Alberto Chiarenza

lunes, 18 de enero de 2010

Zona Sepia

En Lima, la historia de las zonas rosas es tan antigua como el oficio que cobijan. Propuesta de alcalde de Lince vuelve a ponerlas en el debate.
Caretas
21 de octubre de 2004

Huatica fue una especie de zona rosa en Lima entre 1930 y 1956, cuando fue clausurada por Prado. Der.: Desnudo "fetichista" limeño, 1922.

Como si de un fenómeno natural se tratara, templos evangélicos entran en competencia numérica con los hospedajes. En Lima, ese distrito ostenta el récord de unos y otros. Hay 57 hostales y 40 templos.

Aún así, la balanza todavía está inclinada.

"Frente al pecado, la salvación", resume sarcástico el médico César González, alcalde de ese distrito y principal impulsor de la creación de una zona rosa en la capital.

González posee una espléndida colección de antiguas fotografías peruanas. Algunas de ellas, tomadas a principios de siglo y publicadas en estas páginas, retratan una Lima mucho más liberal que aquellos que hoy abominan la idea. "Casi me linchan", se lamenta.

El interés tiene ancestro y según él "es casi genético". Su abuelo, Juan N. González, presentó el 4 de noviembre de 1919 su tesis "La Prostitución Reglamentada en Lima" para obtener el grado de bachiller en Medicina en la Universidad de San Marcos. "Un natural temor embarga mi espíritu", escribió. "Siendo el tema de aquellos que causa repugnancia en los más de los hombres por un inveterado prejuicio, tarde logré liberarme de él".

El trabajo hizo un esfuerzo por clasificar la información relacionada con las meretrices: cantidad, distribución, edad, nacionalidad, departamento de proveniencia y hasta costumbres. Por entonces, eran 1,109 las mujeres dedicadas a este oficio en la ciudad de 150 mil almas.

En la actualidad, Lima y Callao tienen cinco burdeles legalmente reconocidos. La fuerza de trabajo en La Salvaje, El Trocadero, El Botecito, La Nené y Las Cucardas no llega a las dos mil personas. Según los cálculos del Ministerio de Salud, Lima tiene alrededor de 60 mil prostitutas. Casi todas en las calles.

La propuesta de González se cocina desde hace casi dos años, pero cobró notoriedad ante un informe emitido por el Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público, el cual concluye que la mayoría de travestis que trabajan en la avenida Petit Thouars están infectados con SIDA, sífilis y hepatitis B.

La salud pública sería la principal beneficiada con una zona rosa administrada por el Estado y supervisada por el Ministerio de Salud. No sólo posibilitaría mayor prevención de estas enfermedades, sino que proporcionaría información más próxima a la realidad. El combate a delitos como la prostitución infantil se vería facilitado. Las mafias de proxenetas serían duramente golpeadas.

HISTORIAS DE BURDEL

Donde la moral retrocede ante la realidad. La frase para describir una zona rosa pertenece a Jorge Vega, más conocido como Veguita. Este "librero deambulante" como lo califica su amigo, el periodista César Lévano, es una institución de las redacciones que visita regularmente. También era celebridad en toda la gama de corralones, burdeles y boites limeños. Los primeros eran meras hileras de cuartos. Los otros dos estilos de locales semejantes a muchos night clubs de la actualidad, con espectáculos, pequeñas habitaciones privadas y la posibilidad, si la economía lo permitía, de pagar por las "salidas" de las chicas.

Vega recuerda entuertos diplomáticos en los dos antecedentes capitalinos de zonas rosas. La calle 20 de Setiembre se llamaba así en honor al aniversario patrio italiano. Luego que en los años 30 del siglo pasado se concentraran las casas de citas en el lugar, quejosos representantes diplomáticos lograron el cambio de nombre a Huatica, por el río adyacente. Algo parecido ocurrió cuando en los sesentas la Avenida México se convirtió en el nuevo punto caliente. Las cuadras afectadas fueron rebautizadas como Bausate y Mesa.

Hoy, el librero reside en los alrededores del edificio El Dorado -cuadra 24 de la Avenida Arequipa-, precisamente una de las áreas problemáticas para González. "Los serenos suelen retener a las mujeres y las botan en la playa", critica Vega. "Por ley, ninguna puede ser detenida en la calle. Además, existirá prostitución mientras exista desigualdad".

Vega está de acuerdo con la creación de una zona rosa y cita el caso de el Callao como un "experimento real y exitoso". Allí el meretricio en la vía pública se prohíbe y la demanda es suplida con los locales formales anteriormente mencionados.

MUNDO ROSA

Aunque tenga su dosis de excentricidad, González no escupe al cielo. Cuenta con argumentos de peso para su propuesta y también tiene en mente referentes internacionales. La zona rosa de Ámsterdam representa el estándar más exigente. "Allí se fusiona con el centro histórico de la ciudad y casi no se siente al caminar. E incluso las peruanas tienen su calle". Caso igual de exitoso es el del famoso barrio Saint Pauli en Hamburgo. Menos conocidos para nosotros son los de Praga -"la nueva capital del sexo en Europa Oriental", como la describe González- y El Cairo, donde, a manera de tiendas por departamentos, los edificios se dividen en las especialidades apetecidas por los clientes. Vega añade el ejemplo madrileño, "donde la calle la Ballesta es una zona rosa frente a La Gran Vía. Y al final de esta última está Doctor Fleming, otra más refinada".

"Una zona rosa para Lima no puede ser minúscula ni segregada", aclara el alcalde. "No debe tener menos de 10 hectáreas pues debe concentrar negocios colaterales como cines y sex-shops". Dejaron lecciones intentos fracasados como el de Rio de Janeiro, en el que se marginó la zona rosa a los alrededores de las favelas. La muy conservadora Santiago tiene barrios rojos plenamente identificados. Ciudad de México cuenta con un área de estas características en el centro de la capital. "Imagino a recuas de turistas atravesando la zona rosa de Lima", reconoce González.

PASEMOS AL MAPA

Nada está escrito sobre la posible ubicación. ¿Urbe o periferia? ¿Una o varias? ¿Campo de Marte o Campo de Venus?

El alcalde de Lince se arriesga a mencionar los descuidados alrededores de la Avenida Tacna. "Las actividades comerciales serían fortalecidas por un negocio que puede mover hasta un millón de soles diarios". Tampoco le parece descabellado dinamitar un cerro y disponer de una meseta.

Lucio Campos, su colega en San Martín de Porres, es el único que ofreció una parte de ese distrito. Ambos alcaldes integran la comisión encargada del debate del tema. Esta fue reunida por primera vez esta semana y se prepara para sentarse a escuchar a todo el mundo. No se puede, a pesar de la voluntad, hablar todavía de una mesa servida. Es apenas un lecho tibio. (Enrique Chávez)


lunes, 11 de enero de 2010

"Juanito" en la Habitación de Henry Spencer

Don Juan Casusol, fundador del Bar Juanito de Barranco, conversó con el irreverente Henry Spencer en uno de los ambientes de su local ubicado en plena plaza principal del bohemio distrito. Aquí uno de los pocos testimonios gráficos del recientemente desaparecido "juanito"

Un mundo llamado Juanito



CRÓNICA

El Comercio
10 de enero de 2010
Por: Enrique Sánchez Hernani

Don Juan Casusol propietario del ya mítico bar barranquino El Juanito deja, tras su reciente y triste partida, una historia digna de enmarcarse. El sitio ha sido habitual parada de notables músicos, cineastas, poetas, cantantes, fotógrafos, escritores, artistas y otras personalidades de desbordante talento y creatividad.

En El Arca de Noé

Juanito Casusol llegó a Lima desde su Lambayeque natal y el destino lo llevó a vivir a Chorrillos, muy cerca del que hoy es el bar más célebre de Barranco, es decir el suyo. Con apenas 12 años, como predestinado, don Luis Queirolo lo llevó a trabajar a su bodega de vinos que entonces tenía un nombre extrañísimo: El Arca de Noé.

Los sueños se cumplen

Cuando Juanito cumplió 24 años, el ya anciano señor Queirolo le dio la oportunidad que había soñado desde que tuvo 16: le traspasó la bodega. Para entonces ambos ya eran socios.

El negocio se veía redondo, pero a plazos. El traspaso se tasó en cuatro mil soles de la época, 1937. El joven Juanito no lo pensó dos veces, dijo que sí y al año ya había saldado su deuda. Cuando don Luis Queirolo legó al joven lambayecano los libros contables del bar, emocionado, le dijo:

—Acá te entrego esta bandera, para que la pongas en lo más alto de Barranco.

Y vaya si Juanito lo hizo. De vivir ahora el buen Queirolo estaría más que satisfecho.

Cultura viva y jamones


Juan Casusol convirtió el lugar en el cenáculo de actores, poetas, pintores, artistas y diletantes del romántico distrito, como Martín Adán o Juan Gonzalo Rose, y de otros puntos de Lima. En la década de los 40, Juanito empezó a combinar el expendio de vinos con una habilidad aprendida de su antiguo patrón: la preparación de jamones aderezados.

A pulso, era capaz de abastecer la vitrina con tres diferentes sazones, cosa que siguió haciendo toda su vida. A los jamones se le unirían la patita y las sardinas, las aceitunas negras aderezadas y los quesos. Una delicia. Pero la bodega todavía no se llamaba El Juanito, era La Bodega del Parque, y vendía, también, abarrotes, locería, utensilios domésticos y cuanta cosa había.

Sus anaqueles exhibían una gran colección de licores que cualquier sibarita hubiese querido para sí. Este paisaje de botellas fue muy característico por décadas.

Mítico espacio

El temple trabajador de don Juanito era de temer: abría a las 9 de la mañana y cerraba a las 5 de la madrugada del día siguiente. Adelante funcionaba la bodega y detrás la taberna. Cuando no atendía al público, envasaba vino que le llegaba de Chincha. En los años 50 decidió convertir su local solamente en bar y pasó a ser El Juanito, como lo conocían en el barrio. Con los años se llevó a sus tres hijos a trabajar con él: Rodolfo, César y Juan chico, quienes hoy, ya sin su padre, conducirán este bar de leyenda y tradición, conservando las normas tácitas que imperan en el sitio: en las mesas delanteras solo son para grupos donde hay mujeres y la acatadísima: nada de escándalos ni peleas. Una flor roja en la primera mesa marcará de aquí en adelante la presencia ida de don Juanito, que a las 4 puntuales horas de toda una vida se sentaba allí a tomar su café. Descanse en paz, maestro.

Memorias del bar

No existe otro bar en Lima que haya persistido con tan cálida insistencia en su plausible interés de aliviarle las migrañas o los retortijones de nervios a la gente. Porque para quitar la sed hay muchos, pero El Juanito es otra cosa, es otro mundo, un mundo propio y compartido. Así lo entienden sus parroquianos. Como el pintor Enrique Polanco, que lo frecuentó desde 1981, cuando formaba parte del grupo Huaico con Juan Javier Salazar, Armando Williams, Charo Noriega, Mariella Cevallos o Lucy Angulo. Los pintores, entonces, ingresaban a beberse unos tragos, cuando por la época el bar era frecuentado, más bien, solo por los vecinos y amigos de don Juanito. En 1984, cuando viajó a China, más de cien personas le hicieron una despedida en El Juanito. Fue uno de los hitos en la vida del local. Cuando alguien bebía mucho, Rodolfo Casusol (uno de los hijos) se embarcaba en un taxi y dejaba a los habituales más conocidos en sus casas. Algunos se daban maña para volver, al punto que cuando Rodolfo retornaba, volvía a encontrar a algunos sentados en otra mesa.

De chicos y chicas

A diferencia de otros locales, El Juanito siempre albergó a las damas. Carola Sanseviero, librera y copropietaria de la librería El Virrey, iba allí desde los 18 años, en los albores de la década del 80. Llegaba con su amiga Azucena Rodríguez, productora de cine. La primera vez que pisó el local fue cuando desde fuera escuchó que alguien tocaba tangos. Y es que por allí hacían música grupos de amigos, jóvenes con ganas y el célebre Pachequito, ya fallecido. Como el bar es tranquilo, Carola ha seguido yendo, incluso con su hija pequeña. A los chicos, don Juanito les daba un baldecito lleno de chapitas de cerveza y les ofrecía gaseosas, habitas y otros bocaditos. Entrar en ese bar era ingresar a un mundo de alegría, amistad y seguridad creado por el gran Juanito Casusol.