domingo, 20 de marzo de 2011

El interminable aguacero de 1970

Fuente: El Comercio

31 de enero de 2010

Extrañas lloviznas, techos de nubes y un sol intermitente nos están haciendo vivir en Lima un verano inusual. Sin embargo, la capital peruana ya ha sido testigo de similares trastornos climáticos. Nuestros padres y abuelos deben recordar el insólito diluvio que azotó la Ciudad de los Reyes hace algunas décadas.
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El Perú de 1970 nos remite al fútbol y a la tragedia de Yungay, pero meses antes de ambos sucesos, el 15 y 16 de enero, una inusitada descarga de agua anegó las calles limeñas e hizo colapsar las comunicaciones, generando apagones y destruyendo cerca de dos mil viviendas. ¿Cuál fue la causa de este inesperado desvarío veraniego?

Las informaciones de la época hablan de una masa de nubes que abarcó desde Trujillo, al norte, hasta Chincha, al sur, y que llegó desde la sierra central impulsada por los vientos del este. “El colchón de nubes de 1.300 metros de espesor descargó tres millones 200 mil litros de agua” - de golpe y sin previo aviso -, al colisionar con el clima de la costa.

Fueron 17 litros de agua por metro cuadrado que martillaron durante varias horas las viviendas de los sorprendidos limeños, obligando a los transeúntes a huir de las calles para refugiarse del chaparrón en cualquier tienda o árbol a la vista.

Todo empezó el jueves 15, en la tarde, cuando la mayoría de personas regresaba a casa después de trabajar. Los primeros accidentes fueron los incendios, debido a los cortocircuitos, y luego los derrumbes de paredes en las zonas más tugurizadas.

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Advertidos por la situación, los periodistas de El Comercio salieron a recorrer la ciudad. Los fotógrafos tomaron vistas nocturnas de autos engullidos por las aguas, calles inundadas y personas tratando de protegerse con improvisados paraguas.

En la periferia de la ciudad, los ríos Rímac, Chilca y Chillón se desbordaron y destruyeron las precarias viviendas levantadas en sus riberas, dejando una gran cantidad de damnificados, quienes tuvieron que pasar la noche a la intemperie.

El paso a desnivel entre las avenidas Arequipa y Javier Prado se convirtió en una gigantesca piscina, en la que tres autos quedaron totalmente sumergidos cual submarinos. Según las notas periodísticas, uno de los conductores tuvo que salir nadando para salvar su vida.

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En la Carretera Central los huaicos bloquearon el paso de los vehículos. El Ministerio de Salud decretó estado de emergencia y se iniciaron labores de apoyo para socorrer a los cientos de personas que perdieron sus viviendas.

El viernes 16, en el Callao, las aguas traspasaron el techo del aeropuerto Jorge Chávez, inundando el hall principal; los servicios eléctricos se averiaron y se interrumpió el tránsito de pasajeros, especialmente en el sector internacional.

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En muchas casas de Lima sus habitantes habían pasado la madrugada baldeando patios y azoteas, ante un aguacero que no se había repetido desde 1925, según comentaron los limeños más antiguos.
Otras lluvias, como las de 1938 y 1952 fueron grandes, pero no alcanzaron los niveles vistos en 1970. En provincias, como en estos días, las torrenciales precipitaciones afectaron a varias ciudades como Trujillo, Huancayo y Pisco, entre otras localidades.

El 8 de enero de este año una persistente precipitación anegó las calles y causó graves daños en las endebles viviendas de Collique, Barrios Altos, Comas y Villa María del Triunfo, entre otras zonas. Y en estos últimos días somos testigos de cómo la naturaleza se ha ensañado con el Cusco.

Indudablemente, ambas son serias llamadas de atención de un nuevo fenómeno denominado cambio climático. Y parece que aún no estamos preparados para encararlo.
(Miguel García Medina)

¡Chau Pepe. Nos vemos en el cine!

Fuente El Comercio

11 de febrero de 2011

La última vez que Pepe visitó su tierra natal fue un año antes de su muerte. Era setiembre de 1995 y vino para ser agasajado por sus 50 años de carrera periodística, aunque tenía cierto temor, pues decía que los homenajes eran algo premonitorio. Tan solo pasó un año para que un infarto lo alejara -después de narrar 44 años ininterrumpidos- de la premiación más importante del cine mundial: El Óscar. Desde entonces han pasado 15 años y el recuerdo de aquel hombre persiste en nuestras memorias. Simplemente se hizo inolvidable.


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A pocos días de cumplir uno de sus más grandes sueños: narrar en vivo y en directo la ceremonia del Óscar, el corazón victoriano de José Ludmir Grimberg lo traicionó un 12 de febrero de 1996. Al día siguiente, su muerte era noticia y estaba en las portadas de los diarios limeños. Había partido uno de los peruanos más queridos, lejos de su patria pero muy cerca de lo que él tanto amó: el cine. Un romance que empezó en su niñez y que con el tiempo se fue fortaleciendo hasta el final de sus días.

En su barrio de La Victoria nació su afición por el fútbol, pero también surgió su pasión por el cine. Aquel chiquillo no veía las horas para gastar sus primeras propinas en las funciones sabatinas y desde aquellas butacas empezó a conocer a las grandes estrellas de la época, con quienes años después, sin imaginarlo, conversaría como si fueran viejos amigos.

Ya de adolescente, y en una Lima muy diferente a la de hoy, esa en la que él vivía tranquilo y feliz, empezó su carrera periodística en una de las oficinas de una revista de izquierda, en la Plaza San Martin; “1946”, así era su nombre, el cual cambiaba con los años. Desde allí “tiraba pluma” sobre lo que más le apasionaba, el cine y empezó a compartir páginas con Pablo de Madalengoitia, Guido Monteverde, entre otros. “Todos fuimos autodidactas, y aprendimos la profesión empíricamente”, confesaría años después.

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En 1949, la televisión ya le hacía guiños. Pepe se convirtió en presentador de la empresa RCA Víctor. Sin embargo, en 1950 empezaría su camino al éxito. Por las tardes escribía en El Comercio y paralelamente conducía su programa “Pepe Mil y sus charlas de cine” en Radio El Sol. Al año siguiente, su estrella de la suerte brilló más que nunca al encontrarse con un joven Genaro Delgado Parker, quien se lo llevó, sin pensarlo dos veces, a su nueva emisora Radio Panamericana.

En su nueva radio y con 19 años encima, el flaco Pepe se convertía en 1951 en el primer periodista de América Latina en transmitir la ceremonia del Óscar, primero desde la radio y luego para la televisión. Con una grabadora y muchas ilusiones en sus maletas empezó a escalar peldaño a peldaño a punta de esfuerzo y talento.

El mismo año se casó con la norteamericana Martha Hilsenroth. “Una anticuchera, que habla muy bien el castellano” entre risas se refería así a la madre de sus dos herederos, Bruce y Sharon. En alguna entrevista contó que el amor surgió en Lima actuando en una obra de teatro. Desde ese momento caminaron juntos hasta que él cerró sus ojos para siempre.

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Sin embargo, con el tiempo fue presentador, conductor de noticias y hasta director del noticiero 24 horas. Corría el año 1972 y con un gobierno dictatorial a cuestas, las presiones se hicieron cada vez más frecuentes. No aguantó y renunció para luego emigrar a California, Los Ángeles, su segunda tierra. “Fue la época más difícil de mi vida”, detallaría años más tarde.

Su gran habilidad y la buena dosis de humor con la que entrevistaba a los famosos de Hollywood lo hicieron único e irremplazable. Era considerado por muchos como un "cazador de estrellas". Además de cubrir el evento en el mismo lugar de grabación, fue el primero en traernos los detrás de cámara de cada película.
Como cuenta Ivan Márquez, uno de sus compañeros de trabajo y amigo: “Para el señor Ludmir era tan especial la entrega del Oscar, era como el Año Nuevo para los adultos o la Navidad para los niños. Una fiesta. La época más linda”.

Se sabía que después de cada ceremonia en Los Ángeles se iba a los estudios de grabación y allí armaba el programa para radio y televisión. No importaba si tenía que desvelarse, pues había que convertir las tres horas de ceremonia en una hora y media. Era allí donde se veía su mano maestra, cuando resumía en pocos segundos lo que había dicho el artista en varios minutos.



Luego, el martes agarraba a primera hora un vuelo para Lima y el miércoles a más tardar se transmitía la ceremonia, primero por Radio Panamericana y el domingo por Panamericana Televisión.
Durante 44 años su ritmo de vida corrió así. No paró desde que era el joven delgado de bigote negro y cejas pobladas ni cuando su figura mostraba algunos kilos demás, pendiente del sube y baja de su presión y con su poco cabello encanecido.

Pepe tuvo la suerte de vivir un sinfín de experiencias, por ello le plantearon la idea de hacer un libro sobre sus memorias, a lo que él respondió de manera modesta: “Prefiero que me recuerden por lo que hice y no por lo que conocí”.

Sin embargo, nos hubiera gustado tener en papel sus entrevistas con Peter Sellers en Hawái, con Burt Reynolds montando caballo, con Dustin Hoffman hablando de la posibilidad de hacer una película sobre un periodista como Pepe, que cubre las incidencias de este mundo, que conoce a los artistas tras bambalinas y crece junto a esta industria de sueños.



O su apuesta de un dólar con Silvester Stallone en el estreno de "Rocky", cuando el comentarista le dijo al actor que su película iba a ganar el Óscar. Esa noche la película obtuvo el premio mayor y Stallone pagó la apuesta con un dólar autografiado.

Anécdotas que solo quedan en el recuerdo de sus amigos y familiares, y más aún de sus hijos, de los mismos que saludaba al final de cada transmisión con un “Chao Bruce, chao Sharon. Nos vemos en el cine".
(María Fernández Arribasplata)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio

Carlos "Chino" Dominguez, la retina del Perú

Fuente: El Comercio

19 de febrero de 2011

Hubo un libro emblemático que reunió las mejores imágenes del fotógrafo Carlos “Chino” Domínguez (1933-2011). Ese libro se tituló “Los Peruanos”, y apareció por primera vez en 1988, en plena hecatombe política, social y económica del primer gobierno aprista. La segunda edición fue del 2000, otro periodo de grave crisis institucional en los meses finales de Fujimori. ¿Qué fue lo que retrató Domínguez para ese libro, y por qué ahora es tan importante?


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“Los Peruanos”, siendo estrictamente una síntesis de su vastísima obra fotográfica, llega a ser un retrato completo de lo que somos -o fuimos, según como se vea- los peruanos; con lo que ello implica de grandezas y miserias, de glorias y vergüenzas, de rotundos triunfos y caras derrotas.

Rostros y más rostros, escenas y más escenas, la obsesión de Carlos “Chino” Domínguez. Más de 50 años de pisar las calles y dominar los caminos del país hicieron de su lente una radiografía sutil y poderosa.
El volumen, con sus cientos de fotografías, me llegó a las manos en enero del 2000, junto con una escueta nota de prensa. Un libro más, dije, pero no era así. Bastó con abrir sus páginas, y verme a mí y a los demás en todas las expresiones allí concentradas, para decidir conversar una vez más con el conocido “Chino”.

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Un par de veces lo había visitado en su búnker de la Quinta Heeren, en Barrios Altos, para hablar de fotografía y saber de su experiencia. Pero esa vez era distinto. La idea era confrontarlo con su propia mirada, y obtener algún tipo de sabiduría sobre los peruanos del siglo XX. Alguien que había visto tanto debería decir algo sobre el tema.

Con esa idea volvimos a subir por las escaleras de madera, viejas, conocidas y chirriantes, y a ver ese muro de barro y quincha con los retratos de sus nietas. El “Chino” esperaba tranquilo, estático en el umbral. Siempre al acecho.

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En el trayecto a su casa, entre las callecitas del Centro de Lima, Pablo Macera nos decía desde el prólogo que los de su generación, como el “Chino”, estaban marcados “por una cierta perspectiva cáustica de la realidad nuestra”. Y era cierto.

El refugio
El fotógrafo nos dio la mano firme y su memoria agradeció a don Antonio Noguchi, a quien le debía los primeros secretos del arte de la imagen. Habría de perfeccionar su técnica en Argentina y Chile, y a su regreso colaboró en cuanto medio impreso hubiese en Lima. Era un espíritu libre.

Paredes recubiertas de fotos, piso de madera seca, ventanales amplios, y una pesada luz por todas partes, allí el “Chino” era el capitán, un vigía sobre su barco mágico de rostros. Uno se sentía, además, observado, radiografiado, hasta agobiado por sus personajes inmortalizados en esos papeles colgados a diestra y siniestra, y él percibía esa tensión con ojo entrenado.

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Volvimos al frondoso libro de mesa. Personajes públicos en poses ridículas, gente en huelga, tragedias familiares, luchas y peleas en masa, muerte y violencia; pero también gestos de ternura, dioses deportivos, la eterna bohemia. Todo ello colmaba las páginas de este homenaje al Perú.

En esa tarde de verano acérrimo, su mirada se perdía en los recuerdos, por momentos hablaba atropelladamente, parecía contradecirse, pero inesperadamente, como cuando captaba un ángulo, lanzaba una frase completa en sí misma, como la de “los peruanos debemos aprender a vernos antes de pensar en criticarnos”.

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Caía el sol violento en las fachadas de la Quinta Heeren. Y parece que todo ha sucedido ayer nomás, pero no, ya pasaron 11 años y el “Chino” está muerto. Todavía tengo “Los Peruanos” en un estante de mi biblioteca, lo reviso, lo sostengo y siento que las fotografías aún hablan por sí mismas. Es el espíritu de quien las tomó.
(Carlos Batalla)
Foto color: Archivo El Comercio
Fotos B/N: Carlos "Chino" Dominguez

jueves, 3 de marzo de 2011

Día del Holocausto: dramático testimonio de una sobreviviente que vive en el Perú

Mary Cogan recordó que “las condiciones eran infrahumanas, muy terribles. Era cuestión de esperar la muerte o sobrevivir de milagro”


Lunes 12 de abril de 2010 
Fuente: EL COMERCIO

Por Antonio Alvarez

Hoy, 12 de abril, se conmemora el Día de la Memoria del Holocausto. A continuación la historia de un sobreviviente de esta masacre, sus padecimientos y su lucha, junto a su madre, para poder escapar de un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

Mary Cogan tenía cuatro años cuando el drama de la Segunda Guerra Mundial aquejó a su familia y a todos los pobladores de Hotín, un pueblo ubicado en ese entonces en la región rumana de Besarabia. Era finales de 1939.

Los nazis obligaron a todos a salir de sus casas. Judíos, gitanos, fueron agrupados. Irían a un campo de concentración.

“Nos pusieron en fila, hasta que formamos un convoy. Actualmente cuando alguien me pide que cuente mi historia yo la suelo titular camino hacia la muerte. Todos sabíamos que esa era la finalidad, sabíamos que íbamos al matadero”, narra Mary.

En efecto. Conforme pasaron las semanas, niños, ancianos y discapacitados, débiles por la falta de alimento, empezaron a caer como frágiles piezas de dominó.

Su abuelo fue uno de los primeros. Pese a su intento por ponerse de pie, uno de los soldados lo sacó del grupo y le disparó a sangre fría en la cabeza y el pecho, pese al clamor de la gente.

“Ese fue el primer contacto directo que tuve con la muerte”, dice Mary con la voz afligida.

TRATANDO DE SOBREVIVIR
Luego de varios meses de caminar y de haber estado un corto tiempo en dos campos de concentración, finalmente se instalaron en el de Moguilov, actualmente Bielorrusia. Aquel terreno tétrico con aire de patíbulo, se convertiría en su nuevo hogar.

Eran tantos los confinados que Mary apenas lograban sentarse. La gente hacía sus necesidades donde dormía. “Las condiciones eran infrahumanas, muy terribles. Era cuestión de esperar la muerte o sobrevivir de milagro”.

En el campo de concentración la gente se alimentaba con cáscaras de papa que robaban de los botes de basura de los nazis. “Tal era el hambre que teníamos que eso para nosotros era un manjar comerlas”, recuerda.

La suciedad llegó a su punto extremo. La sarna comenzó a carcomerles piernas y brazos. Los piojos empezaron a recorrer sus cuerpos.

La abuela de Mary no aguantó más. Una mañana fue hallada muerta. Pasaron ocho días hasta que su cuerpo recién fue retirado.

“Debía formarse un grupo de cadáveres para que recién los pudieran llevar a las fosas comunes”, cuenta.

ESCAPE DE LA MUERTE
Estos episodios impactaron terriblemente a Mary, pero el verdadero horror llegó a fines de 1944, cuando cerca a su campo de concentración los nazis instalaron una cámara de gas. La muerte acechaba más cerca que nunca. Se sudaba frío, había llegado la hora.

“’¡La muerte llegó, la muerte llegó!’, gritaba mi mamá. ‘Hay que tratar de escaparnos y a la de Dios’, no se cansaba de repetir. Y así fue. Una noche me dijo: ‘llegó la hora’”.

“Yo tenía tanto miedo, pero lo hicimos. Nos arrastramos. Los alambres de púas de las cercas nos desgarraban la espalda y nos sangraba el pecho por el contacto con las piedras”.

“Nos arrastramos sin hablar, tratando de no respirar, sin mirar atrás. Con la mirada firme al horizonte. No sé si habremos avanzado cientos o miles de metros, solo sé que fue hasta el amanecer, en busca de la ansiada libertad”.

En octubre de 1944, Mary y su madre escaparon de aquel campo de concentración. Tras sortear cercas y minas personales llegaron a un pequeño pueblo donde se infiltraron en un tren de carga que las llevó hasta Chernóbil. Allí una asociación judía y la Cruz Roja Internacional las reconocieron gracias a su padre que las estuvo buscando desde Perú.

Pisaron suelo peruano el 22 diciembre 1948. Mary inició una nueva vida. Estudió odontología, se casó y desde entonces lleva el apellido de su esposo Felipe Schneider. Tiene dos hijos y dos nietos. Pertenece a un grupo de personas que realiza obras benéficas.

Su madre, a quien le agradece seguir con vida, murió en enero de 1995.

“Amo esta tierra con toda mi alma y le tengo una gratitud eterna, porque el Perú me dio la libertad. Debajo de este suelo están mis padres y probablemente pronto descansaremos también mi esposo Felipe y yo”, culmina.

Día del Holocausto

Fuente: El Comercio

Por: Juan Velit Granda Internacionalista
Martes 8 de Febrero del 2011
 
El mediodía del 27 de enero de 1945, los primeros soldados soviéticos ingresaron a ese rincón del infierno llamado Auschwitz. Habían atravesado el umbral del campo en cuya parte superior una frase alentaba a sus prisioneros a laborar con mayor intensidad y rezaba, irónicamente, “Arbeit Macht Frei”, es decir, “El trabajo os hará libres.

La avanzada que penetró en este lúgubre recinto contempló a los cadavéricos prisioneros que deambulaban desorientados y no tenían idea de lo que encontrarían después, ni del horror que se había vivido en este lugar.
Posteriormente, la Organización de las Naciones Unidas ha tomado esta fecha como el Día Internacional del Holocausto, y en el Perú lo estamos conmemorando este 8 de febrero. Es el día del recuerdo de los mártires y héroes del Holocausto, Yom Hashoá en hebreo, y se recuerda a los 6 millones de judíos muertos en la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial.

Holocausto es un término que originalmente indicaba sacrificio en el fuego, pero que ahora tiene una connotación que nos remite a una catástrofe de grandes proporciones.

Hoy el término nos instala en un mundo de horror en el que el nazismo instituyó como política de Estado el exterminio sistemático de los judíos, que no tiene parangón en la historia.

Pero este exterminio sistemático se institucionalizó en la Conferencia de Wansee, que fue convocada por el jefe de la SS, Reinhard Heydrich, y por encargo del mariscal Herman Goering. Hasta entonces, los judíos habían sido vejados, maltratados o golpeados, pero no asesinados a niveles industriales como se acordó en esa oportunidad.

En aquella reunión, que agrupó a 15 altos funcionarios públicos de diferentes ministerios, se habló por primera vez de la “solución final”, donde estaba la creación del campo de concentración de Auschwitz.

Auschwitz es el campo de concentración más grande, es el símbolo de la barbarie nazi, así como de la indiferencia de muchos países, y en él murieron millones de judíos, miles de comunistas, soviéticos, gitanos, testigos de Jehová, homosexuales y todo aquel que se opusiera al régimen de Adolfo Hitler.
Al poco tiempo de iniciado el funcionamiento del campo se empezó un movimiento febril de muerte en proporciones industriales, utilizando el gas Zyclon B.

Fue en este lugar donde Josef Mengele, el ‘Doctor Muerte’, realizó sus experimentos de abrir cráneos, seccionar miembros, sustraer órganos, y todo ello sin anestesia. No hubo un solo aporte salido de este lugar que haya servido a la medicina.

En sus mazmorras estuvo el presidente polaco, Józef Cyrankiewicz, la joven escritora Ana Frank, el pensador italiano Primo Levy y millones más.

Para nosotros los peruanos hay una historia. La de un niño polaco que logró sobrevivir al horror y que hoy está con nosotros sin rencores. Para ti, Enrique Litmanowicz, gran amigo, este modesto homenaje.


viernes, 12 de marzo de 2010

Historia de una crónica de color


20 Agosto 2007
Por Juan Gargurevich
Extraido del sitio Historia de periodistas y periódicos

“Lima, junio 18 (AP).- El terremoto que destrozó la vida de miles en la zona nor-central del Perú ha traído una ola de prosperidad a Lima.

Una ‘invasión’ de periodistas, fotógrafos, equipos de TV, tripulantes de aviones y helicópteros y demás personal de auxilio llegado del extranjero, han dejado las cajas registradoras sonando alegremente en los lugares dedicados a los turistas en la capital fundada por Pizarro”…

Esta fue la Entrada de la crónica que redactó el gringo Joe Mac Gowan, corresponsal en Lima de la Associated Press, para describir lo que creía que pasaba en Lima.

Es de imaginar el estupor de los militares velasquistas cuando leyeron el despacho publicado por “La Prensa”. Y debe recordarse que el propio general Velasco carecía absolutamente de humor y de paciencia.

Habían pasado dos semanas del terrible terremoto del 31 de mayo y el malhumor peruano era notorio;nadie estaba para “crónicas de color”. Setenta mil muertos no era cosa de broma.

Pero a Mac Gowan le pareció oportuno ponerle algo de salsa al drama. Y siguió escribiendo estupideces:

“Los conductores de taxis han expresado su asombro por los aviadores norteamericanos, que les pagan sin discutir lo que ellos les cobran (…) Los lustrabotas también están felices con su buena suerte. Están lustrando las botas de los pilotos hasta por cincuenta centavos de dólar, mientras que el costo de los residentes es de unos 6 centavos de dólar.

Muchos muchachos peruanos han aparecido usando las camisas kaki con nombres ingleses…”.
(…)
“Las jóvenes gitanas con sus trajes coloridos y escotadas blusas siguen a los visitantes por la calle para desearles la buena suerte, o tal vez el cuarto de un motel.

Una gitana se acercó a un norteamericano que usaba una chaqueta de vuelo y le dijo: ‘aviador, estoy enamorada de usted”. Se trataba de un fotógrafo y no sabía mucho español.

Las chicas de Lima han aparecido en masa después de meses de inactividad”…

Pero lo que colmó la paciencia militar fue el último párrafo:

“Sin embargo, el empleado de un hotel dijo que algunas de las jóvenes que rondaban el vestíbulo no eran prostitutas. ‘Son colegialas que piensan que pueden casarse con un aviador y viajar a los Estados Unidos. En estos días es difícil obtener una visa”.

Pues ese mismo día, Mac Gowan fue llevado al aeropuerto y expulsado sin contemplaciones. Y se lo mereció por tres razones: por ofensivo, por mentiroso y por mal periodista.

jueves, 25 de febrero de 2010

Atentados Históricos


21 de enero de 2010
Trome
Por el Búho

Este Búho fue uno más de los que repudió al turco Ali Agca, aquel 13 de mayo de 1981, cuando atentó contra la vida de Juan Pablo II. Es más, esa cara de 'Loco' Perochena nos demostraba que era un hombre desquiciado. Fue el pináculo de una carrera delictiva iniciada desde los barrios marginales de Turquía que terminó en la Plaza de San Pedro, cuando con una pistola Browning de 9 milímetros disparó contra el Papa. Aguatero, recogedor de carbón, delincuente de poca monta, Agca fue reclutado por los fascistas del partido derechista 'Lobos grises', para acuchillar y aporrear a militantes de izquierda. De allí, a integrarse a grupos terroristas, hubo un paso. Asesinó al director del diario izquierdista 'Milliyet'. Fue su graduación. En la cárcel reconoció el homicidio y lo iban a condenar a muerte, pero sospechosamente fugó. De allí, con pasaportes falsos, pasó por Túnez, España, Alemania, Suiza y Bulgaria, para llegar a Italia y cometer el atentado. En su bolsillo se encontró una nota: 'Soy Ali Agca, he matado al Papa para que el mundo vea que hay miles de víctimas del imperialismo'. Lo sentenciaron a cadena perpetua en aislamiento. Pero el Papa Peregrino, al visitarlo en la cárcel y ofrecerle su perdón, posibilitó para que en junio del 2000 el presidente italiano lo indultara. Pero Turquía lo esperaba para que cumpliera condena por el asesinato del periodista del diario 'Milliyet'. Debía purgar condena hasta el año 2017, pero el 10 de enero del 2010 salió en libertad, después de 27 años de estar en la sombra. Nunca dijo quién le ordenó matar al Sumo Pontífice. ¿La KGB? ¿Los palestinos? Solo el fanático lo sabe.


Más misterioso aún fue Lee Harvey Oswald, detenido ochenta minutos después del asesinato del presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963. Lo acusaron de la muerte del oficial de policía de Dallas J.D. Tippit y del presidente. El pelado Oswald siempre negó haber disparado contra el mandatario. Oswald era un agente de la CIA y actuó como doble agente en la URSS. La investigación oficial estableció que no hubo conspiración y que Oswald actuó solo. Sin embargo, años después, la investigación de Jim Harrison estableció que Howard Hunt, un miembro de la CIA, en su lecho de muerte, responsabilizó al vicepresidente Lyndon Johnson de ser el autor intelectual del asesinato, porque sabía que nunca podría suceder a Kennedy. El crimen lo planearon agentes de la CIA rencorosos con el mandatario, como el propio Hunt y el jefe Cord Meyer, cuya esposa lo engañaba con el conquistador presidente. El asesino fue un experto francotirador de la mafia corsa apellidado Lucien Sarti. La película de Oliver Stone, 'JFK', protagonizada por Kevin Costner, apuesta directamente a la teoría de la conspiración. Lee Harvey Oswald nunca pudo declarar. Dos días después del asesinato, mientras era trasladado y custodiado por la policía, ante decenas de curiosos y periodistas, Jack Ruby le disparó a quemarropa y lo mató. En otras palabras, selló el crimen perfecto. Apago el televisor.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Cusco de Ayer y Hoy


Cusco de ayer y hoy I
Por el Búho
El Trome
28 de enero de 2010

Este Búho recuerda con nostalgia su primer viaje al Cusco. Nunca olvidaré que, desde Arequipa, tomamos el tren hacia la Ciudad Imperial. Pese a que estábamos en primera clase, el viaje hasta la parada en Juliaca fue durísimo. El tren se eleva hasta las más gélidas punas de la frontera entre Arequipa y Puno, con temperaturas bajo cero. Las lunas se convertían en hielo y cuando se derretía con el calor del humor de los pasajeros te mojaba. Los asientos no eran reclinables y muchos optamos por dormir en el suelo. Solo cuando llegamos a Juliaca, con el día, se puede apreciar uno de los paisajes más bellos del país, el tramo cuando del tren pasa por Sicuani, Ayaviri. Allí subían los ambulantes con polleras para ofrecer carnero asado, anticuchos, chicharrones, mote o papa con ajicito. El paisaje de eucaliptos, el río, llamas, alpacas, ovejas. El olor a naturaleza viva inflaba y purificaba mis contaminados pulmones de un universitario de 18 años llegado de Lima, una selva de concreto.

En Cusco me alojé en una preciosa casona camino a Sacsayhuamán, desde donde se veía toda la ciudad y la Plaza de Armas. En ese tiempo, 1980, Cusco era un pueblo para los ciudadanos del mundo, sin distingos de nacionalidad, pero sobre todo, de dinero. No había hoteles cinco estrellas ni restaurantes cinco tenedores. Los hoteles más caros eran baratísimos para los extranjeros y había posada hasta de 2 dólares para los 'mochileros'. En las noches, en la discoteca 'Abraxas' o en la movida calle 'Procuradores', se juntaban millonarios de Park Avenue con jóvenes estibadores españoles, universitarios brasileños o artesanos bolivianos.

El tren, para ir a Machu Picchu, era uno solo y únicamente variaba el horario. Con el ticket más barato te levantabas a las 5 de la mañana para salir a las 6. El otro te permitía salir a las 9. Todos los turistas íbamos juntos. Nunca, en la más fantasiosas de las ficciones, esos turistas podían imaginar que 30 años después, luego de un terrible desastre, la ayuda se iba a segmentar entre los que llegan del 'primer mundo' (USA, Japón, Europa) y 'el resto', léase latinoamericanos en general. ¿Qué diría la mexicana Emilia que me robó el corazón en las alturas de Machu Picchu? Me quedé corto, mañana continúo. Apago el televisor.


Cusco de ayer y hoy II
Por el Búho
29 de enero de 2010
Trome
 
Este Búho recordaba su primer viaje a Cusco. Contaba que en 1980 el turismo era horizontal, millonarios o mochileros comían en los mismos restaurantes, iban a las mismas discotecas, viajaban en el mismo tren y fuera de los aguaceros propios de la región, no se producían desastres naturales como el que vemos actualmente. Bellísimos albergues en Ollantaytambo se han destruido. El espectacular y mítico Camino del Inca, la obsesión de miles de turistas amantes de la aventura, se convirtió, de la noche a la mañana, en un 'camino de muerte', donde fallecieron una turista argentina y un guía peruano. El río Vilcanota, donde se hacía canotaje intrépido, entre risa y gritos, hoy es un río que transporta cadáveres de personas, vacas, chanchitos y llamas, televisores, muebles y sofás. Los turistas abandonados observan el río y se torturan al ver pasar a esos animales que podían haber servido para unos ricos chicharrones o pachamancas. Pero así de cruel es el destino y también la naturaleza. Justo cuando el departamento se llenaba de turistas millonarios, con hoteles carísimos, restaurantes cinco tenedores, ferrocarriles lujosos como el Expreso de Oriente, sucede esta desgracia que afectará a todos.
 
He estado en Cusco más de una docena de veces, llegando en avión y buenos hoteles, pero pierdo en mi memoria esos viajes y mantengo incólume mi mente el primero, en 1980. En tren, desde Arequipa y el regreso, en un destartalado ómnibus de la empresa 'Carmen Alto de Ayacucho', que se malograba en cada ciudad. Primero, al llegar a Abancay, donde nos dejaron una noche para dormir en el bus, pero con una gringa, los campesinos y pasajeros armamos una fiesta con ron, los comuneros con hojas de coca con cal -la gringa era experta- y me enseñó eso y muchas cosas más. Hoy esa ruta también está destruida por los huaicos. Paisajes hermosos, pueblos hospitalarios que sufren. ¿Será por eso que los Incas construyeron Machu Picchu en las alturas? ¿Porque sabían de la furia del Vilcanota cuando el dios Sol se enojaba? Pienso que el milenario Cusco sabrá levantarse. Es anterior a la República y la Conquista y sigue allí, como Machu Picchu, incólume. Apago el televisor.

martes, 2 de febrero de 2010

La novela de un joven pobre

Carlos Monzón: EL GRAN NOMBRE DE LOS MEDIANOS

El Comercio
Por: El Veco Escritor y periodista
Sábado 9 de Enero del 2010

14 de abril de 1970. Tiene cara de indio, porque allá en San Javier le cargaron la sangre de la tierra. Tiene la desconfianza del aporreado, del que pasó hambre, del que alguna vez en la infancia desconcertada aprendió a insultar a los uniformes…

Llegó a Santa Fe en una chata trepidante con sus viejos. Eran 11 hermanos. Y la variante de cambiar de rumbo que casi nunca se hace esperanza sino simple novedad. Vendió diarios, trabajó en changas, “lo que viniera”.

Este Carlos Monzón que me pregunta diez veces sobre la pelea con Benvenutti, qué novedad tengo, sobre cuál es el último rumor que traigo de Buenos Aires, tiene la cautela sabia del hombre del interior que estudia cada paso, que baraja cada reacción. Esa tarde almorzando en la casa de Brusa no disimuló su desazón. “Ya me estoy cansando de darle a la bolsa de entrenamiento”. Y el técnico lo barajó en el aire: “Más te vas a cansar si mañana tenés que hombrearla”. La ausencia de una fecha concreta lo desacomoda. Todos esperamos que se concrete en la próxima primavera, una vez que Benvenutti salve el escollo de Bethea en su defensa del mes de mayo.

Y de pronto se agranda, saca pecho: “A ese italiano lo pongo en el piso. Brusa me ha dicho cómo pelea y con eso me alcanza. No es noqueador”. La bronca tiene base. Se quedó sin rivales y su evolución física llegó a la madurez.

“Tenía problemas —acota Brusa— por falta de glóbulos rojos. Era un muchacho no construido. Lo bombardeamos con vitaminas y hoy está para ganarle a cualquiera. Las dos manos le siguen doliendo, siente esos dolores en los escafoides y hay que infiltrarle novocaína antes de cada pelea. Monzón lo aguanta, es estoico y quiere ser campeón”. Los ladrillos de su casa aún denuncian la obra no terminada. Ya es toda suya, allá en el límite de la ciudad con el campo. No le gusta el centro, como si algo lo atara indefinidamente a su niñez de pata en el suelo. La señora, los dos hijos, ese local que se completará al frente para instalar una despensa.

El récord del campeón da vueltas en mi cabeza: 78 peleas, 65 triunfos (43 por fuera de combate), 9 empates, 3 derrotas por puntos —cuando comía salteado— y una sin decisión. No pierde desde el 9 de octubre de 1964, y estos seis años de halagos justifican todo el resquemor almacenado.

¿Cómo empezó todo? Cuando llevaba cuatro peleas como amateur, se presentó a Brusa: “No me dieron una plata prometida, me robaron y quiero trabajar con usted”. Una frase, un apretón de manos y a darle al gimnasio. “Yo me saqué la lotería con Brusa”, comenta. Y no hace falta que me aclare nada. Porque la capacidad y la honestidad de Brusa son tan conocidas en el boxeo como la magia de Troilo en las noches de tango.

Brusa tiene 48 años, tres hijos, ex peso pesado amateur que dejó de boxear tras un choque con Rafael Iglesias (“me dio flor de paliza”) Hoy cree —como “El Gráfico”— que su pupilo está listo para el máximo examen. Hoy —dice Amilcar— le digo que tengo la certeza de que le gana a Benvenutti, porque está maduro, porque aunque no luzca es un tipo práctico, que hace lo justo y que física y mentalmente está convencido de que debe ser el próximo campeón del mundo”.

Por la noche fuimos a Paraná a través de la maravilla del túnel subfluvial. Ya Monzón se había soltado. “Para casarme mis suegros tuvieron que regalarme la cama y el colchón, se lo juro. No tenía un peso…”.

Gritó diarios en las calles de Santa Fe, midió la amargura del hambre que siempre es más que barriga vacía en el amor propio deshecho. Fue pendenciero, se trompeó en las esquinas, perdió el rumbo y se tranquilizó cuando Brusa lo respetó, creyó en él y le dio su experiencia y su ejemplo. Este es el Monzón que vale para soñar victorias. De pocas palabras, desconfiado en la presentación, pero capaz de largarse cuando la “pierna” lo convence. Este es el Monzón que en un regreso a Santa Fe, vio un montón de gente que lo esperaba, y entonces tomó a su hijo en brazos, lo tiró como una pelota y lo hizo rebotar en el pecho. En ese instante también daba la bienvenida al nuevo mundo que descubría, ese que asomó por primera vez la noche en que venció a Jorge Fernández y una lágrima honesta denunció que la piedra tenía vida. Esta es la novela de un joven pobre que supo encontrar la pausa justa tras la tortura de las privaciones.

miércoles, 27 de enero de 2010

El otro Ringo inolvidable



SOBRE EL GRAN ÓSCAR BONAVENA

El Comercio
Por: El Veco Periodista
Sábado 2 de Enero del 2010

Dos meses antes vino a despedirse a la redacción: “Clay me prometió otra ocasión, pero antes tengo que ganar un par de peleas. Me voy a Reno para hablar con un tal Joe Conforte. Lo tendré al tanto de todo”.

No lo vimos más. Óscar Natalio Bonavena, “Ringo” para todo el mundo del boxeo, sería asesinado (1976) frente a la puerta del Mustang Ranch, un burdel que regentaba “el tal Conforte”. Se dice que Bonavena había entrado en una relación particular con una amante del mencionado, que hubo un par de advertencias para que se fuera a otra parte. Una segunda versión expresó que Conforte le había prometido un dinero que demoraba en entregar, que “Ringo” lo solapeó ante varios integrantes de “la familia” y a partir de ese instante estaba sentenciado. Una bala para matar ciervos, disparada desde una ventana frente al Mustang Ranch, segó su vida para siempre. Tenía 33 años. Estaba casado con Dora Raffo y dejó dos hijos: Adriana y Óscar. Lo que también quedó en el saldo fue una vida novelesca que no sabemos cómo aún no ha sido llevada al cine.

CALLLE 33 Y LAS CASAS

Nació en Parque Patricios, hijo de una familia de origen italiano, uno de tantos que ganaban la calle a la mañana y regresaban cuando podían, sin horario. Se hizo hincha de Huracán, el grande del barrio, y recorrió todos los estadios con la bandera del club que honra la memoria de Jorge Newbery, domador de cielos en el globo de la audacia. Ringo hizo de todo y no lo ocultaba. Una tarde en Montevideo murió un delincuente de apellido Malito, tras una balacera de dos horas, casi de Dick Tracy. Cayeron varios policías y finalmente sucumbieron el referido y sus secuaces. Horas después llegó a la redacción, como tantas veces. “¿Se enteró de ese Malito que mataron hoy en su país?”.

— Sí, escuché algo

—Cuando éramos chicos robábamos caballos juntos en los descampados de Pompeya. ¡Mire si no hubiera agarrado para el lado del boxeo!

SU PELEÓN CON FRAZIER

El combate le permitió dar el gran salto. Perdió por puntos, aunque lo tuvo dos veces en el piso (ni Cassius Clay pudo hacerlo una sola vez) y a partir de aquel instante lo rodeó la plata grande y se hizo millonario. Fue la cabal “esperanza blanca” y los que estamos en el boxeo sabemos que tras el retiro de Rocky Marciano (1955) no hubo otro que determinara una legión de seguidores como la que provocó el pintoresco “Ringo”.

EL ÍDOLO DE NUEVA YORK

El 8 de marzo del 71, cuando fue el primer choque Clay-Frazier en el Madison Square Garden con victoria de Joe por puntos, compartimos una semana en Nueva York con Óscar y su familia. Su popularidad era increíble. Entraba a Mamá Leone, un popular restaurante italiano de Manhattan y el revuelo era inmediato. Llegábamos a Hipopótamos, un club privado de exigente aceptación y apenas se recortaba el rostro de “Ringo” las puertas se abrían de par en par. Era amigo de Burt Lancaster, el anunciador de lujo de aquella pelea y una famosa cantante inglesa de esos tiempos. Pettula Clark le pidió un autógrafo delante nuestro como si fuera una chiquilla sonrojada. La noche de la pelea Neil Armstrong se acercó para tomarse una foto con él y Frank Sinatra, a dos filas de su posición, lo saludó como si se tratara de Dean Martin o Sammy Davis Junior.

Una tarde en su casa de República de la India, en el barrio residencial de Palermo, nos mostró las escrituras de 28 departamentos y nos hizo un anuncio que originaría una ola de comentarios: había adquirido una suite del Alvear Palace Hotel, uno de los más tradicionales para la élite argentina. El “reo” de la Calle 33 y Las Casas se sacaba el lustre con una compra que ganó los asombros de los diarios y las revistas de actualidad. “Si otros pueden, yo también”.

No podía cantar ni el “arroz con leche” porque además tenía una voz aflautada casi de lata. Sin embargo, lo llevaron al teatro Maipo y apareció una temporada al lado de la atractiva Zulma Faiad. Su madre, Dominga Rullo, famosa por sus pastas con salsas distintas, fue contratada por Canal 9 para protagonizar “Los ravioles de doña Dominga” de innegable impacto popular. Su vida transcurría entonces por la bonanza “Yo nací para vivir a lo grande”, repetía con una simpatía contagiosa que jamás lindó con la fanfarronería para quienes lo conocimos de cerca. Quizás fue a Reno para asegurar su vida placentera. Ya tenía 33 años y su hora comenzaba a pasar dentro de las cuerdas, más allá de su otra gran pelea con Cassius Clay, con quien perdió por tres caídas en el último round. Jamás le contaron diez en el piso. Por eso tal vez lo tuvieron que derrumbar de un balazo.


 
Más de Bonavena en el blog del profesor Daniel Alberto Chiarenza

lunes, 18 de enero de 2010

Zona Sepia

En Lima, la historia de las zonas rosas es tan antigua como el oficio que cobijan. Propuesta de alcalde de Lince vuelve a ponerlas en el debate.
Caretas
21 de octubre de 2004

Huatica fue una especie de zona rosa en Lima entre 1930 y 1956, cuando fue clausurada por Prado. Der.: Desnudo "fetichista" limeño, 1922.

Como si de un fenómeno natural se tratara, templos evangélicos entran en competencia numérica con los hospedajes. En Lima, ese distrito ostenta el récord de unos y otros. Hay 57 hostales y 40 templos.

Aún así, la balanza todavía está inclinada.

"Frente al pecado, la salvación", resume sarcástico el médico César González, alcalde de ese distrito y principal impulsor de la creación de una zona rosa en la capital.

González posee una espléndida colección de antiguas fotografías peruanas. Algunas de ellas, tomadas a principios de siglo y publicadas en estas páginas, retratan una Lima mucho más liberal que aquellos que hoy abominan la idea. "Casi me linchan", se lamenta.

El interés tiene ancestro y según él "es casi genético". Su abuelo, Juan N. González, presentó el 4 de noviembre de 1919 su tesis "La Prostitución Reglamentada en Lima" para obtener el grado de bachiller en Medicina en la Universidad de San Marcos. "Un natural temor embarga mi espíritu", escribió. "Siendo el tema de aquellos que causa repugnancia en los más de los hombres por un inveterado prejuicio, tarde logré liberarme de él".

El trabajo hizo un esfuerzo por clasificar la información relacionada con las meretrices: cantidad, distribución, edad, nacionalidad, departamento de proveniencia y hasta costumbres. Por entonces, eran 1,109 las mujeres dedicadas a este oficio en la ciudad de 150 mil almas.

En la actualidad, Lima y Callao tienen cinco burdeles legalmente reconocidos. La fuerza de trabajo en La Salvaje, El Trocadero, El Botecito, La Nené y Las Cucardas no llega a las dos mil personas. Según los cálculos del Ministerio de Salud, Lima tiene alrededor de 60 mil prostitutas. Casi todas en las calles.

La propuesta de González se cocina desde hace casi dos años, pero cobró notoriedad ante un informe emitido por el Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público, el cual concluye que la mayoría de travestis que trabajan en la avenida Petit Thouars están infectados con SIDA, sífilis y hepatitis B.

La salud pública sería la principal beneficiada con una zona rosa administrada por el Estado y supervisada por el Ministerio de Salud. No sólo posibilitaría mayor prevención de estas enfermedades, sino que proporcionaría información más próxima a la realidad. El combate a delitos como la prostitución infantil se vería facilitado. Las mafias de proxenetas serían duramente golpeadas.

HISTORIAS DE BURDEL

Donde la moral retrocede ante la realidad. La frase para describir una zona rosa pertenece a Jorge Vega, más conocido como Veguita. Este "librero deambulante" como lo califica su amigo, el periodista César Lévano, es una institución de las redacciones que visita regularmente. También era celebridad en toda la gama de corralones, burdeles y boites limeños. Los primeros eran meras hileras de cuartos. Los otros dos estilos de locales semejantes a muchos night clubs de la actualidad, con espectáculos, pequeñas habitaciones privadas y la posibilidad, si la economía lo permitía, de pagar por las "salidas" de las chicas.

Vega recuerda entuertos diplomáticos en los dos antecedentes capitalinos de zonas rosas. La calle 20 de Setiembre se llamaba así en honor al aniversario patrio italiano. Luego que en los años 30 del siglo pasado se concentraran las casas de citas en el lugar, quejosos representantes diplomáticos lograron el cambio de nombre a Huatica, por el río adyacente. Algo parecido ocurrió cuando en los sesentas la Avenida México se convirtió en el nuevo punto caliente. Las cuadras afectadas fueron rebautizadas como Bausate y Mesa.

Hoy, el librero reside en los alrededores del edificio El Dorado -cuadra 24 de la Avenida Arequipa-, precisamente una de las áreas problemáticas para González. "Los serenos suelen retener a las mujeres y las botan en la playa", critica Vega. "Por ley, ninguna puede ser detenida en la calle. Además, existirá prostitución mientras exista desigualdad".

Vega está de acuerdo con la creación de una zona rosa y cita el caso de el Callao como un "experimento real y exitoso". Allí el meretricio en la vía pública se prohíbe y la demanda es suplida con los locales formales anteriormente mencionados.

MUNDO ROSA

Aunque tenga su dosis de excentricidad, González no escupe al cielo. Cuenta con argumentos de peso para su propuesta y también tiene en mente referentes internacionales. La zona rosa de Ámsterdam representa el estándar más exigente. "Allí se fusiona con el centro histórico de la ciudad y casi no se siente al caminar. E incluso las peruanas tienen su calle". Caso igual de exitoso es el del famoso barrio Saint Pauli en Hamburgo. Menos conocidos para nosotros son los de Praga -"la nueva capital del sexo en Europa Oriental", como la describe González- y El Cairo, donde, a manera de tiendas por departamentos, los edificios se dividen en las especialidades apetecidas por los clientes. Vega añade el ejemplo madrileño, "donde la calle la Ballesta es una zona rosa frente a La Gran Vía. Y al final de esta última está Doctor Fleming, otra más refinada".

"Una zona rosa para Lima no puede ser minúscula ni segregada", aclara el alcalde. "No debe tener menos de 10 hectáreas pues debe concentrar negocios colaterales como cines y sex-shops". Dejaron lecciones intentos fracasados como el de Rio de Janeiro, en el que se marginó la zona rosa a los alrededores de las favelas. La muy conservadora Santiago tiene barrios rojos plenamente identificados. Ciudad de México cuenta con un área de estas características en el centro de la capital. "Imagino a recuas de turistas atravesando la zona rosa de Lima", reconoce González.

PASEMOS AL MAPA

Nada está escrito sobre la posible ubicación. ¿Urbe o periferia? ¿Una o varias? ¿Campo de Marte o Campo de Venus?

El alcalde de Lince se arriesga a mencionar los descuidados alrededores de la Avenida Tacna. "Las actividades comerciales serían fortalecidas por un negocio que puede mover hasta un millón de soles diarios". Tampoco le parece descabellado dinamitar un cerro y disponer de una meseta.

Lucio Campos, su colega en San Martín de Porres, es el único que ofreció una parte de ese distrito. Ambos alcaldes integran la comisión encargada del debate del tema. Esta fue reunida por primera vez esta semana y se prepara para sentarse a escuchar a todo el mundo. No se puede, a pesar de la voluntad, hablar todavía de una mesa servida. Es apenas un lecho tibio. (Enrique Chávez)


lunes, 11 de enero de 2010

"Juanito" en la Habitación de Henry Spencer

Don Juan Casusol, fundador del Bar Juanito de Barranco, conversó con el irreverente Henry Spencer en uno de los ambientes de su local ubicado en plena plaza principal del bohemio distrito. Aquí uno de los pocos testimonios gráficos del recientemente desaparecido "juanito"