viernes, 18 de diciembre de 2009

'La guerra de los mundos' y una noche de pánico radial



25 de octubre de 2008
El Comercio

En unos días se cumplirán 70 años de la célebre transmisión radial de la novela de H.G. Wells. El Comercio contó el terror que agitó a EE.UU.

Por David Hidalgo Vega

No resulta difícil de creer que una voz como esa asustara a una nación, pero lo que se desató esa noche, 30 de octubre de 1938, fue un aluvión de todos los temores que pueden desmoronar a un país. Nueva York, epicentro de la histeria, fue agitada por un éxodo de vecinos aterrados, los teléfonos de la policía reventaron con llamadas de urgencia y los templos fueron invadidos por desubicados que lloraban la llegada del fin del mundo. La voz de Orson Welles y de otros actores bajo su mando habían atizado lo que las agencias de noticias registrarían como "uno de los más grandes pánicos colectivos que jamás se ha visto".

El titular que llegó a los limeños la mañana siguiente, en la portada de El Comercio, debió leerse con alarma en un período de amenazas bélicas: "Una audición de radio transmitida anoche en Nueva York ocasionó pánico en todas las ciudades de Estados Unidos". Por esos días, los diarios informaban de la Guerra Civil Española, de la segunda guerra entre China y Japón, del agobiante acoso nazi contra los judíos en Alemania. Los detalles de este caso, sin embargo, provenían de la más cruda ficción: "Millares de personas creyeron que los habitantes de Marte estaban invadiendo y atacando el sur del país", decía el encabezado.

Atacantes del espacio

El episodio había comenzado a las 8 p.m. de ese domingo. La estación radial CBS había preparado una dramatización de la novela "La guerra de los mundos", del escritor H.G. Wells, para un programa de mediana sintonía llamado "Teatro Mercurio en el aire". La historia, escrita en 1898, relata el ataque de seres extraterrestres a varias ciudades de Inglaterra, en un intento por invadir el planeta. Orson Welles, el joven director del espacio, adaptó la obra para formato radial y cambió el escenario a Nueva Jersey, Estados Unidos.

Pero su adaptación era incluso más radical: se dice que Welles había instruido a su elenco para que interpretara cada papel con el realismo del célebre reportaje sobre la caída del dirigible Hindenburg, un episodio famoso por el llanto del reportero al momento de narrar la tragedia que presenciaba. De hecho, el guion adaptado incluía supuestos boletines noticiosos que iban a encauzar la historia.

La transmisión se inició con un reposado número musical interpretado por la orquesta de la estación. De pronto, un supuesto reporte alertó de inusuales explosiones en el planeta Marte, tal como en la novela. Entonces se oyó la voz de un respetado astrónomo -encarnado por el propio Welles-, quien declaró que no había nada de qué preocuparse.

El programa siguió hasta que fue interrumpido por uno y otro reporte sobre sucesos inimaginables: primero, que un meteorito había caído en la localidad de Grover's Mill, Nueva Jersey; luego, que ese meteorito era en realidad una nave espacial, de la que salían seres extraterrestres; que los invasores atacaban con rayos capaces de desintegrar a las personas. En plena transmisión un supuesto reportero daba su informe cuando al parecer sucumbió por el ataque alienígena. "En este momento nos está sofocando el gas venenoso. Esta será la última transmisión que haremos en nuestra vida", se llegó a escuchar por las radios caseras.

La historia "fue realizada con tal sensación de realismo [...] que innumerables personas creyeron en la efectividad de esas fantásticas noticias", diría el reporte de los cables publicado por El Comercio. En los boletines del programa se daba cuenta de combates entre las Fuerzas Armadas estadounidenses y los invasores en las calles de Nueva Jersey. Se cuenta que en ese delirio, un hombre entró a un teatro dando gritos de alarma y en menos de tres minutos el público huyó del lugar como pudo. Cientos de personas se lanzaron en auto para escapar de la ciudad. En un edificio, treinta familias se organizaron para la fuga "con la cabeza y cara envueltas en toallas húmedas para librarse de los gases venenosos".

Pocas veces tuvo el miedo tal efecto expansivo. Una radio de Utah informó que numerosas familias estaban alistándose a evacuar la ciudad; la policía de Filadelfia reportaría luego unas tres mil llamadas de emergencia y la central de una emisora otras cuatro mil; el dueño de un hotel de esa ciudad denunciaría que todos sus huéspedes huyeron aterrados por el ataque. El peor susto, sin embargo, debió ser el que se llevaron los habitantes de Concrete, en el estado de Washington: en el momento en que el supuesto reportero se despedía de la vida, un apagón sobresaltó a toda la ciudad. "Los radioescuchas, olvidando de que se trataba de una dramatización, se alarmaron y comenzaron a llamar por teléfono a sus amigos y darse las voces de una casa a otra, creciendo progresivamente la excitación", indica la nota aparecida al día siguiente. Hasta los que no habían escuchado el programa cayeron en la corriente de pánico. Todos querían huir a las montañas.

La congestión de las líneas telefónicas y otros percances técnicos alimentaron el caos. Cuando los encargados de la CBS se dieron cuenta de la crisis, lanzaron llamados a la calma, pero la psicosis duró un buen rato más. Hasta en cuatro oportunidades se había advertido a los radioescuchas de que se trataba de una ficción, o eso es lo que dijo la cadena para librarse de responsabilidades. En cualquier caso, pocos escucharon los 55 minutos y medio que duró el programa. La mayoría captó apenas un fragmento y se dejó llevar por la reacción en cadena. "El error se atribuye a la costumbre del público de escuchar boletines sobre la reciente crisis de Europa y consideraban posible la realización de cualquier horror", ensayaría un cable como explicación de los hechos.

Algunos psicólogos entendieron que el público estaba sensible debido al todavía fresco estado de alarma. Alguien, más malicioso, sugirió que se había tratado de una maniobra psicosocial. "El Departamento de Guerra no podría haber inventado nada más barato para hacer un experimento sobre la amplitud de las emociones producidas por informes falsos y aterradores", dijo un profesor de la Universidad de Long Island. Las disculpas de la estación no fueron suficientes: una comisión federal anunció que investigaría lo ocurrido para determinar si era hora de imponer regulaciones.

Tampoco bastaron las excusas de Orson Welles, quien prometió ante un grupo de periodistas que no volvería a intentar una audacia semejante. "El nombre de Marte es casi sinónimo de fantasía. No comprendo cómo hayan podido equivocarse", dijo. El episodio incomodó incluso al autor de la historia original H.G. Wells, quien había vendido los derechos a la CBS. "No he dado permiso alguno para que en la obra se introdujesen alteraciones que pudiesen inducir a la creencia de que se trataba de hechos reales", aclaró. Semanas después un programa radial reunió a novelista y dramaturgo para comentar, ya entre bromas, lo que había pasado. Eso tampoco bastó. Medio siglo después surgiría la hipótesis de que todo había sido parte de una conspiración.

Así lo informó El Comercio:
1 de noviembre de 1938: Se explica el caso como un fenómeno de "histeria colectiva". La Comisión Federal de Comunicaciones de EE.UU. anuncia una investigación para determinar posibles sanciones y regulaciones.
31 de octubre de 1938: Una pequeña nota da más detalles sobre la crisis. Según los cables noticiosos, los habitantes de Nueva Jersey creyeron que había caído un meteorito, como informó al inicio el programa.

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