domingo, 20 de marzo de 2011

El interminable aguacero de 1970

Fuente: El Comercio

31 de enero de 2010

Extrañas lloviznas, techos de nubes y un sol intermitente nos están haciendo vivir en Lima un verano inusual. Sin embargo, la capital peruana ya ha sido testigo de similares trastornos climáticos. Nuestros padres y abuelos deben recordar el insólito diluvio que azotó la Ciudad de los Reyes hace algunas décadas.
LLUVIAS11.jpg
El Perú de 1970 nos remite al fútbol y a la tragedia de Yungay, pero meses antes de ambos sucesos, el 15 y 16 de enero, una inusitada descarga de agua anegó las calles limeñas e hizo colapsar las comunicaciones, generando apagones y destruyendo cerca de dos mil viviendas. ¿Cuál fue la causa de este inesperado desvarío veraniego?

Las informaciones de la época hablan de una masa de nubes que abarcó desde Trujillo, al norte, hasta Chincha, al sur, y que llegó desde la sierra central impulsada por los vientos del este. “El colchón de nubes de 1.300 metros de espesor descargó tres millones 200 mil litros de agua” - de golpe y sin previo aviso -, al colisionar con el clima de la costa.

Fueron 17 litros de agua por metro cuadrado que martillaron durante varias horas las viviendas de los sorprendidos limeños, obligando a los transeúntes a huir de las calles para refugiarse del chaparrón en cualquier tienda o árbol a la vista.

Todo empezó el jueves 15, en la tarde, cuando la mayoría de personas regresaba a casa después de trabajar. Los primeros accidentes fueron los incendios, debido a los cortocircuitos, y luego los derrumbes de paredes en las zonas más tugurizadas.

LLUVIAS3.jpg
Advertidos por la situación, los periodistas de El Comercio salieron a recorrer la ciudad. Los fotógrafos tomaron vistas nocturnas de autos engullidos por las aguas, calles inundadas y personas tratando de protegerse con improvisados paraguas.

En la periferia de la ciudad, los ríos Rímac, Chilca y Chillón se desbordaron y destruyeron las precarias viviendas levantadas en sus riberas, dejando una gran cantidad de damnificados, quienes tuvieron que pasar la noche a la intemperie.

El paso a desnivel entre las avenidas Arequipa y Javier Prado se convirtió en una gigantesca piscina, en la que tres autos quedaron totalmente sumergidos cual submarinos. Según las notas periodísticas, uno de los conductores tuvo que salir nadando para salvar su vida.

LLUVIAS1.jpg
En la Carretera Central los huaicos bloquearon el paso de los vehículos. El Ministerio de Salud decretó estado de emergencia y se iniciaron labores de apoyo para socorrer a los cientos de personas que perdieron sus viviendas.

El viernes 16, en el Callao, las aguas traspasaron el techo del aeropuerto Jorge Chávez, inundando el hall principal; los servicios eléctricos se averiaron y se interrumpió el tránsito de pasajeros, especialmente en el sector internacional.

LLUVIAS8.jpg
En muchas casas de Lima sus habitantes habían pasado la madrugada baldeando patios y azoteas, ante un aguacero que no se había repetido desde 1925, según comentaron los limeños más antiguos.
Otras lluvias, como las de 1938 y 1952 fueron grandes, pero no alcanzaron los niveles vistos en 1970. En provincias, como en estos días, las torrenciales precipitaciones afectaron a varias ciudades como Trujillo, Huancayo y Pisco, entre otras localidades.

El 8 de enero de este año una persistente precipitación anegó las calles y causó graves daños en las endebles viviendas de Collique, Barrios Altos, Comas y Villa María del Triunfo, entre otras zonas. Y en estos últimos días somos testigos de cómo la naturaleza se ha ensañado con el Cusco.

Indudablemente, ambas son serias llamadas de atención de un nuevo fenómeno denominado cambio climático. Y parece que aún no estamos preparados para encararlo.
(Miguel García Medina)

¡Chau Pepe. Nos vemos en el cine!

Fuente El Comercio

11 de febrero de 2011

La última vez que Pepe visitó su tierra natal fue un año antes de su muerte. Era setiembre de 1995 y vino para ser agasajado por sus 50 años de carrera periodística, aunque tenía cierto temor, pues decía que los homenajes eran algo premonitorio. Tan solo pasó un año para que un infarto lo alejara -después de narrar 44 años ininterrumpidos- de la premiación más importante del cine mundial: El Óscar. Desde entonces han pasado 15 años y el recuerdo de aquel hombre persiste en nuestras memorias. Simplemente se hizo inolvidable.


pepe ludmir.jpg
A pocos días de cumplir uno de sus más grandes sueños: narrar en vivo y en directo la ceremonia del Óscar, el corazón victoriano de José Ludmir Grimberg lo traicionó un 12 de febrero de 1996. Al día siguiente, su muerte era noticia y estaba en las portadas de los diarios limeños. Había partido uno de los peruanos más queridos, lejos de su patria pero muy cerca de lo que él tanto amó: el cine. Un romance que empezó en su niñez y que con el tiempo se fue fortaleciendo hasta el final de sus días.

En su barrio de La Victoria nació su afición por el fútbol, pero también surgió su pasión por el cine. Aquel chiquillo no veía las horas para gastar sus primeras propinas en las funciones sabatinas y desde aquellas butacas empezó a conocer a las grandes estrellas de la época, con quienes años después, sin imaginarlo, conversaría como si fueran viejos amigos.

Ya de adolescente, y en una Lima muy diferente a la de hoy, esa en la que él vivía tranquilo y feliz, empezó su carrera periodística en una de las oficinas de una revista de izquierda, en la Plaza San Martin; “1946”, así era su nombre, el cual cambiaba con los años. Desde allí “tiraba pluma” sobre lo que más le apasionaba, el cine y empezó a compartir páginas con Pablo de Madalengoitia, Guido Monteverde, entre otros. “Todos fuimos autodidactas, y aprendimos la profesión empíricamente”, confesaría años después.

PEPELUDMIR1.jpg
En 1949, la televisión ya le hacía guiños. Pepe se convirtió en presentador de la empresa RCA Víctor. Sin embargo, en 1950 empezaría su camino al éxito. Por las tardes escribía en El Comercio y paralelamente conducía su programa “Pepe Mil y sus charlas de cine” en Radio El Sol. Al año siguiente, su estrella de la suerte brilló más que nunca al encontrarse con un joven Genaro Delgado Parker, quien se lo llevó, sin pensarlo dos veces, a su nueva emisora Radio Panamericana.

En su nueva radio y con 19 años encima, el flaco Pepe se convertía en 1951 en el primer periodista de América Latina en transmitir la ceremonia del Óscar, primero desde la radio y luego para la televisión. Con una grabadora y muchas ilusiones en sus maletas empezó a escalar peldaño a peldaño a punta de esfuerzo y talento.

El mismo año se casó con la norteamericana Martha Hilsenroth. “Una anticuchera, que habla muy bien el castellano” entre risas se refería así a la madre de sus dos herederos, Bruce y Sharon. En alguna entrevista contó que el amor surgió en Lima actuando en una obra de teatro. Desde ese momento caminaron juntos hasta que él cerró sus ojos para siempre.

PEPELUDMIR.JPG
Sin embargo, con el tiempo fue presentador, conductor de noticias y hasta director del noticiero 24 horas. Corría el año 1972 y con un gobierno dictatorial a cuestas, las presiones se hicieron cada vez más frecuentes. No aguantó y renunció para luego emigrar a California, Los Ángeles, su segunda tierra. “Fue la época más difícil de mi vida”, detallaría años más tarde.

Su gran habilidad y la buena dosis de humor con la que entrevistaba a los famosos de Hollywood lo hicieron único e irremplazable. Era considerado por muchos como un "cazador de estrellas". Además de cubrir el evento en el mismo lugar de grabación, fue el primero en traernos los detrás de cámara de cada película.
Como cuenta Ivan Márquez, uno de sus compañeros de trabajo y amigo: “Para el señor Ludmir era tan especial la entrega del Oscar, era como el Año Nuevo para los adultos o la Navidad para los niños. Una fiesta. La época más linda”.

Se sabía que después de cada ceremonia en Los Ángeles se iba a los estudios de grabación y allí armaba el programa para radio y televisión. No importaba si tenía que desvelarse, pues había que convertir las tres horas de ceremonia en una hora y media. Era allí donde se veía su mano maestra, cuando resumía en pocos segundos lo que había dicho el artista en varios minutos.



Luego, el martes agarraba a primera hora un vuelo para Lima y el miércoles a más tardar se transmitía la ceremonia, primero por Radio Panamericana y el domingo por Panamericana Televisión.
Durante 44 años su ritmo de vida corrió así. No paró desde que era el joven delgado de bigote negro y cejas pobladas ni cuando su figura mostraba algunos kilos demás, pendiente del sube y baja de su presión y con su poco cabello encanecido.

Pepe tuvo la suerte de vivir un sinfín de experiencias, por ello le plantearon la idea de hacer un libro sobre sus memorias, a lo que él respondió de manera modesta: “Prefiero que me recuerden por lo que hice y no por lo que conocí”.

Sin embargo, nos hubiera gustado tener en papel sus entrevistas con Peter Sellers en Hawái, con Burt Reynolds montando caballo, con Dustin Hoffman hablando de la posibilidad de hacer una película sobre un periodista como Pepe, que cubre las incidencias de este mundo, que conoce a los artistas tras bambalinas y crece junto a esta industria de sueños.



O su apuesta de un dólar con Silvester Stallone en el estreno de "Rocky", cuando el comentarista le dijo al actor que su película iba a ganar el Óscar. Esa noche la película obtuvo el premio mayor y Stallone pagó la apuesta con un dólar autografiado.

Anécdotas que solo quedan en el recuerdo de sus amigos y familiares, y más aún de sus hijos, de los mismos que saludaba al final de cada transmisión con un “Chao Bruce, chao Sharon. Nos vemos en el cine".
(María Fernández Arribasplata)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio

Carlos "Chino" Dominguez, la retina del Perú

Fuente: El Comercio

19 de febrero de 2011

Hubo un libro emblemático que reunió las mejores imágenes del fotógrafo Carlos “Chino” Domínguez (1933-2011). Ese libro se tituló “Los Peruanos”, y apareció por primera vez en 1988, en plena hecatombe política, social y económica del primer gobierno aprista. La segunda edición fue del 2000, otro periodo de grave crisis institucional en los meses finales de Fujimori. ¿Qué fue lo que retrató Domínguez para ese libro, y por qué ahora es tan importante?


CHINO002.jpg
“Los Peruanos”, siendo estrictamente una síntesis de su vastísima obra fotográfica, llega a ser un retrato completo de lo que somos -o fuimos, según como se vea- los peruanos; con lo que ello implica de grandezas y miserias, de glorias y vergüenzas, de rotundos triunfos y caras derrotas.

Rostros y más rostros, escenas y más escenas, la obsesión de Carlos “Chino” Domínguez. Más de 50 años de pisar las calles y dominar los caminos del país hicieron de su lente una radiografía sutil y poderosa.
El volumen, con sus cientos de fotografías, me llegó a las manos en enero del 2000, junto con una escueta nota de prensa. Un libro más, dije, pero no era así. Bastó con abrir sus páginas, y verme a mí y a los demás en todas las expresiones allí concentradas, para decidir conversar una vez más con el conocido “Chino”.

CHINO005.jpg
Un par de veces lo había visitado en su búnker de la Quinta Heeren, en Barrios Altos, para hablar de fotografía y saber de su experiencia. Pero esa vez era distinto. La idea era confrontarlo con su propia mirada, y obtener algún tipo de sabiduría sobre los peruanos del siglo XX. Alguien que había visto tanto debería decir algo sobre el tema.

Con esa idea volvimos a subir por las escaleras de madera, viejas, conocidas y chirriantes, y a ver ese muro de barro y quincha con los retratos de sus nietas. El “Chino” esperaba tranquilo, estático en el umbral. Siempre al acecho.

CHINO003.jpg
En el trayecto a su casa, entre las callecitas del Centro de Lima, Pablo Macera nos decía desde el prólogo que los de su generación, como el “Chino”, estaban marcados “por una cierta perspectiva cáustica de la realidad nuestra”. Y era cierto.

El refugio
El fotógrafo nos dio la mano firme y su memoria agradeció a don Antonio Noguchi, a quien le debía los primeros secretos del arte de la imagen. Habría de perfeccionar su técnica en Argentina y Chile, y a su regreso colaboró en cuanto medio impreso hubiese en Lima. Era un espíritu libre.

Paredes recubiertas de fotos, piso de madera seca, ventanales amplios, y una pesada luz por todas partes, allí el “Chino” era el capitán, un vigía sobre su barco mágico de rostros. Uno se sentía, además, observado, radiografiado, hasta agobiado por sus personajes inmortalizados en esos papeles colgados a diestra y siniestra, y él percibía esa tensión con ojo entrenado.

CHINO1018.jpg
Volvimos al frondoso libro de mesa. Personajes públicos en poses ridículas, gente en huelga, tragedias familiares, luchas y peleas en masa, muerte y violencia; pero también gestos de ternura, dioses deportivos, la eterna bohemia. Todo ello colmaba las páginas de este homenaje al Perú.

En esa tarde de verano acérrimo, su mirada se perdía en los recuerdos, por momentos hablaba atropelladamente, parecía contradecirse, pero inesperadamente, como cuando captaba un ángulo, lanzaba una frase completa en sí misma, como la de “los peruanos debemos aprender a vernos antes de pensar en criticarnos”.

CHINO004.jpg
Caía el sol violento en las fachadas de la Quinta Heeren. Y parece que todo ha sucedido ayer nomás, pero no, ya pasaron 11 años y el “Chino” está muerto. Todavía tengo “Los Peruanos” en un estante de mi biblioteca, lo reviso, lo sostengo y siento que las fotografías aún hablan por sí mismas. Es el espíritu de quien las tomó.
(Carlos Batalla)
Foto color: Archivo El Comercio
Fotos B/N: Carlos "Chino" Dominguez

jueves, 3 de marzo de 2011

Día del Holocausto: dramático testimonio de una sobreviviente que vive en el Perú

Mary Cogan recordó que “las condiciones eran infrahumanas, muy terribles. Era cuestión de esperar la muerte o sobrevivir de milagro”


Lunes 12 de abril de 2010 
Fuente: EL COMERCIO

Por Antonio Alvarez

Hoy, 12 de abril, se conmemora el Día de la Memoria del Holocausto. A continuación la historia de un sobreviviente de esta masacre, sus padecimientos y su lucha, junto a su madre, para poder escapar de un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

Mary Cogan tenía cuatro años cuando el drama de la Segunda Guerra Mundial aquejó a su familia y a todos los pobladores de Hotín, un pueblo ubicado en ese entonces en la región rumana de Besarabia. Era finales de 1939.

Los nazis obligaron a todos a salir de sus casas. Judíos, gitanos, fueron agrupados. Irían a un campo de concentración.

“Nos pusieron en fila, hasta que formamos un convoy. Actualmente cuando alguien me pide que cuente mi historia yo la suelo titular camino hacia la muerte. Todos sabíamos que esa era la finalidad, sabíamos que íbamos al matadero”, narra Mary.

En efecto. Conforme pasaron las semanas, niños, ancianos y discapacitados, débiles por la falta de alimento, empezaron a caer como frágiles piezas de dominó.

Su abuelo fue uno de los primeros. Pese a su intento por ponerse de pie, uno de los soldados lo sacó del grupo y le disparó a sangre fría en la cabeza y el pecho, pese al clamor de la gente.

“Ese fue el primer contacto directo que tuve con la muerte”, dice Mary con la voz afligida.

TRATANDO DE SOBREVIVIR
Luego de varios meses de caminar y de haber estado un corto tiempo en dos campos de concentración, finalmente se instalaron en el de Moguilov, actualmente Bielorrusia. Aquel terreno tétrico con aire de patíbulo, se convertiría en su nuevo hogar.

Eran tantos los confinados que Mary apenas lograban sentarse. La gente hacía sus necesidades donde dormía. “Las condiciones eran infrahumanas, muy terribles. Era cuestión de esperar la muerte o sobrevivir de milagro”.

En el campo de concentración la gente se alimentaba con cáscaras de papa que robaban de los botes de basura de los nazis. “Tal era el hambre que teníamos que eso para nosotros era un manjar comerlas”, recuerda.

La suciedad llegó a su punto extremo. La sarna comenzó a carcomerles piernas y brazos. Los piojos empezaron a recorrer sus cuerpos.

La abuela de Mary no aguantó más. Una mañana fue hallada muerta. Pasaron ocho días hasta que su cuerpo recién fue retirado.

“Debía formarse un grupo de cadáveres para que recién los pudieran llevar a las fosas comunes”, cuenta.

ESCAPE DE LA MUERTE
Estos episodios impactaron terriblemente a Mary, pero el verdadero horror llegó a fines de 1944, cuando cerca a su campo de concentración los nazis instalaron una cámara de gas. La muerte acechaba más cerca que nunca. Se sudaba frío, había llegado la hora.

“’¡La muerte llegó, la muerte llegó!’, gritaba mi mamá. ‘Hay que tratar de escaparnos y a la de Dios’, no se cansaba de repetir. Y así fue. Una noche me dijo: ‘llegó la hora’”.

“Yo tenía tanto miedo, pero lo hicimos. Nos arrastramos. Los alambres de púas de las cercas nos desgarraban la espalda y nos sangraba el pecho por el contacto con las piedras”.

“Nos arrastramos sin hablar, tratando de no respirar, sin mirar atrás. Con la mirada firme al horizonte. No sé si habremos avanzado cientos o miles de metros, solo sé que fue hasta el amanecer, en busca de la ansiada libertad”.

En octubre de 1944, Mary y su madre escaparon de aquel campo de concentración. Tras sortear cercas y minas personales llegaron a un pequeño pueblo donde se infiltraron en un tren de carga que las llevó hasta Chernóbil. Allí una asociación judía y la Cruz Roja Internacional las reconocieron gracias a su padre que las estuvo buscando desde Perú.

Pisaron suelo peruano el 22 diciembre 1948. Mary inició una nueva vida. Estudió odontología, se casó y desde entonces lleva el apellido de su esposo Felipe Schneider. Tiene dos hijos y dos nietos. Pertenece a un grupo de personas que realiza obras benéficas.

Su madre, a quien le agradece seguir con vida, murió en enero de 1995.

“Amo esta tierra con toda mi alma y le tengo una gratitud eterna, porque el Perú me dio la libertad. Debajo de este suelo están mis padres y probablemente pronto descansaremos también mi esposo Felipe y yo”, culmina.

Día del Holocausto

Fuente: El Comercio

Por: Juan Velit Granda Internacionalista
Martes 8 de Febrero del 2011
 
El mediodía del 27 de enero de 1945, los primeros soldados soviéticos ingresaron a ese rincón del infierno llamado Auschwitz. Habían atravesado el umbral del campo en cuya parte superior una frase alentaba a sus prisioneros a laborar con mayor intensidad y rezaba, irónicamente, “Arbeit Macht Frei”, es decir, “El trabajo os hará libres.

La avanzada que penetró en este lúgubre recinto contempló a los cadavéricos prisioneros que deambulaban desorientados y no tenían idea de lo que encontrarían después, ni del horror que se había vivido en este lugar.
Posteriormente, la Organización de las Naciones Unidas ha tomado esta fecha como el Día Internacional del Holocausto, y en el Perú lo estamos conmemorando este 8 de febrero. Es el día del recuerdo de los mártires y héroes del Holocausto, Yom Hashoá en hebreo, y se recuerda a los 6 millones de judíos muertos en la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial.

Holocausto es un término que originalmente indicaba sacrificio en el fuego, pero que ahora tiene una connotación que nos remite a una catástrofe de grandes proporciones.

Hoy el término nos instala en un mundo de horror en el que el nazismo instituyó como política de Estado el exterminio sistemático de los judíos, que no tiene parangón en la historia.

Pero este exterminio sistemático se institucionalizó en la Conferencia de Wansee, que fue convocada por el jefe de la SS, Reinhard Heydrich, y por encargo del mariscal Herman Goering. Hasta entonces, los judíos habían sido vejados, maltratados o golpeados, pero no asesinados a niveles industriales como se acordó en esa oportunidad.

En aquella reunión, que agrupó a 15 altos funcionarios públicos de diferentes ministerios, se habló por primera vez de la “solución final”, donde estaba la creación del campo de concentración de Auschwitz.

Auschwitz es el campo de concentración más grande, es el símbolo de la barbarie nazi, así como de la indiferencia de muchos países, y en él murieron millones de judíos, miles de comunistas, soviéticos, gitanos, testigos de Jehová, homosexuales y todo aquel que se opusiera al régimen de Adolfo Hitler.
Al poco tiempo de iniciado el funcionamiento del campo se empezó un movimiento febril de muerte en proporciones industriales, utilizando el gas Zyclon B.

Fue en este lugar donde Josef Mengele, el ‘Doctor Muerte’, realizó sus experimentos de abrir cráneos, seccionar miembros, sustraer órganos, y todo ello sin anestesia. No hubo un solo aporte salido de este lugar que haya servido a la medicina.

En sus mazmorras estuvo el presidente polaco, Józef Cyrankiewicz, la joven escritora Ana Frank, el pensador italiano Primo Levy y millones más.

Para nosotros los peruanos hay una historia. La de un niño polaco que logró sobrevivir al horror y que hoy está con nosotros sin rencores. Para ti, Enrique Litmanowicz, gran amigo, este modesto homenaje.